Cuando acaba el tratamiento contra el cáncer, llega el momento de empezar a volver a la normalidad. Y esto es más difícil de lo que parece, porque tenemos la sensación de que perdemos la protección del equipo médico. La recuperación de las rutinas es lenta y progresiva, y hay que adaptarse a los cambios que se han producido. Esta es la segunda parte del artículo sobre cómo recuperar la normalidad después del cáncer.
Recupera la primera parte aquí.
¿Y ahora qué hago?
Después del cáncer, recuperar la vida anterior no es tan fácil como parece. El entorno social puede ver este momento como de gran alegría y alivio. Y estos sentimientos están, pero no están solos: el miedo no nos abandona porque han cambiado muchas cosas. Incluso podemos estar más asustados que durante el tratamiento: muchos pacientes afirman sentirse como en tierra de nadie: Ni están en tratamiento, ni hacen vida normal. Por eso reclaman que se mantenga la atención psicooncológica.
El caso es que la creencia social de que después del cáncer se ha acabado y ya puedes volver a lo que hacías antes puede convertirse en presión. Por eso hay pacientes que se preguntan si es mejor «pasar página» y olvidarse del cáncer, o bien mantener el recuerdo. También dudan sobre si deben comportarse igual que antes y si deben hacer las mismas cosas. Parece que se les impone que sí.
Pues no. No «deben» hacer nada -en el sentido de que no tienen porque cumplir las expectativas de otros-. Se trata de que cada persona se dé permiso a sí misma para gestionarlo a su manera. Con fortaleza, con tristeza, con esperanza, con miedo, en la soledad o en compañía. Que cada uno decida cómo hacerlo y pida ayuda si la necesita. Tanto durante como después del cáncer, la manera de afrontarlo es muy personal.
Las relaciones con la familia y los amigos después del cáncer
Las relaciones con la familia se habrán visto afectadas durante el tratamiento. Después del cáncer es el momento de «recolocar» a cada persona. Esto significa volver a las rutinas y roles anteriores. También se pueden recuperar los temas que se habían pospuesto (hipotecas, decisiones familiares importantes, etc).
En todo este proceso, hay que recordar que los ritmos pueden ser diferentes entre los miembros de la familia. Por ejemplo, a los niños les puede costar asumir algunos cambios, la pareja puede tener miedo del contacto físico, etc.
En las relaciones con los amigos pueden haber sorpresas. Muchos pacientes afirman que tenían amigos en los que habían depositado mucha confianza pero que durante el tratamiento han desaparecido. Y al revés: personas con las que no contaban, se han mostrado agradablemente próximas y dispuestas a ayudar. Por lo tanto la vuelta a la normalidad después del cáncer conlleva cambios positivos y negativos.
En un artículo anterior hablábamos de la curiosidad morbosa: la tendencia de algunas personas a hacer preguntas poco adecuadas o comentarios que buscan satisfacer una necesidad personal de morbosidad (por ejemplo: «La aguja con la que te pinchaban, ¿era de aquellas largas y gruesas que se clavan hasta el hueso?«). Siempre podemos utilizar (o aprender) técnicas de asertividad para rechazar estos comentarios, dejando claro, tranquila i educadamente, que no los responderemos.
En todo caso es importante recordar a la familia, a los amigos y a la sociedad, que volver a la normalidad después del cáncer no es tan fácil como puede parecer.
Volver a trabajar después del cáncer
La vuelta al trabajo después del cáncer es un criterio de recuperación de la calidad de vida. Puede ayudar a recuperar la vida social y la sensación de «ser útiles», así como a distraerse. De todas formas no todo el mundo tiene claro si podrá volver a trabajar, o si podrá hacer lo que hacía antes. Por eso el retorno al trabajo es lento y progresivo. Todo dependerá del tipo de incapacidad que tuviéramos: si era temporal (de menos de dos años) tenemos opción de recuperar nuestro empleo.
Buscar trabajo se hace más complicado. La mayoría de personas que han superado un cáncer tienen más de 60 años, una edad bastante difícil para encontrar empleo. Y esto se nota aún más en el caso de las mujeres. Cuesta incorporarse al mundo laboral porque las empresas tienen miedo del absentismo. Sobre todo en personas que han tenido una enfermedad grave y con riesgo de recaída.
Eso puede hacer que queramos ocultarlo. Y hay una duda frecuente: «¿Es obligatorio mencionar el cáncer en las entrevistas de trabajo?» No. No existe la obligación de decirlo. Pero si lo preguntan, tampoco es aconsejable mentir.
Queda la opción de responder algo como «No sé cómo debería afectar a mi trabajo aquí pero, si es importante, podemos hablar de las enfermedades«. Es una oportunidad para que el entrevistador se olvide del tema y pase a la siguiente pregunta. O podemos mencionarlo más adelante, cuando ya nos hayan juzgado positivamente por nuestra capacidad de desempeñar el empleo. Ahora bien, como decimos, es muy importante no mentir nunca en una entrevista de trabajo: tarde o temprano nos van a pillar y nos echarán. Sin duda es una injusticia que las personas queden excluidas del trabajo por haber tenido cáncer, pero la posición del entrevistador le permite hacer esta pregunta.
No olvidemos la posibilidad de la auto-ocupación: nos puede ayudar a ganar algun dinero haciendo lo que sabemos, gestionando un pequeño negocio por nuestra cuenta. Aquí nadie debe entrevistarnos, porque trabajaremos para nosotros mismos.
La sexualidad y la vida en pareja
Después del cáncer hay otro aspecto importante que recuperar: la vida sexual y de pareja. La sexualidad queda muy tocada a raíz del tratamiento y sus efectos secundarios. La vida de pareja habitualmente resiste más, incluso puede fortalecerse si ambos miembros encuentran la forma de ayudarse mutuamente. Eso sí, puede haber hecho aflorar conflictos ocultos, que es importante resolver cuando el tratamiento deja de ser la preocupación principal.
La comunicación sigue siendo una herramienta imprescindible para que los miembros de la pareja se expliquen qué ha significado el cáncer para cada uno. Se puede hablar de los miedos, las dudas, los cambios y las propuestas de futuro. Y, si puede ser, abiertamente (es decir, sin reservarse cosas). Después del cáncer también es un buen momento para hacer planes y comprometerse con actividades placenteras: viajes, aficiones, cine, etc. Esto ayudará a la pareja a volver a la normalidad y les dará la sensación de recuperar el tiempo perdido.
Recobrar la intimidad también requiere tiempo. Es normal que una persona tarde en acostumbrarse a una cicatriz, a su nuevo auto-concepto, etc. Es útil reservarse momentos para la intimidad: planificar momentos en que la pareja pueda estar sola en casa para profundizar en su relación y recuperar la actividad sexual que se pueda haber perdido.
En este sentido, algunos efectos del tratamiento (la impotencia en el caso de los hombres, o la sequedad vaginal en las mujeres), que sólo se producen a veces, suponen una limitación en la sexualidad. Una limitación que se puede superar si se cambia el concepto del sexo: existe la posibilidad de abandonar la penetración y el orgasmo como objetivos (hay que decirlo: objetivos impuestos socialmente) y centrarse en otros aspectos como las caricias , los juegos, la exploración del cuerpo, etc.
La sexualidad es mucho más amplia que el coito. Y, antes, durante y después del cáncer, es tanto prioritaria como queramos. No nos dejemos convencer por el «Ahora no te preocupes por eso, lo más importante es acabarte de recuperar«. Si queremos disfrutar de una vida sexual plena tenemos derecho a hacerlo. Y los profesionales pueden ser de gran ayuda para conseguirlo.
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Muchas gracias por estos dos artículos, me he sentido identificada con mucho de lo que he leído. En octubre del 2019 me detectaron un cáncer de mama, en diciembre me operaron, en enero comencé con la quimioterapia, y cuando iban a comenzar con la radio, se formó un fistula en la cicatriz del pecho, que me tuvo sin poder comenzar con la radioterapia 9 meses, además de tener que volver a operarme para realizar una exséresis. Estuve un año con inmunoterapia y cuando comencé con la hormonoterapia y debido a tener otras enfermedades previas, mis dolencias anteriores se vieron muy afectadas y tuve que dejar de tomar Tamoxifeno tras sólo tres meses de tratamiento. Todo un contratiempo, la verdad.
Intenté volver a trabajar pero me fue imposible por los dolores que me han quedado en ambas manos y la pérdida de facultades cognitivas que he experimentado.
Vivo sola con mi hijo y su novia, mi familia me quiere y mis amigos también. Tengo padres y otra hija ya independizada con los que mantengo una relación muy estrecha, pero a pesar de todo esto, me siento muy sola. Además, tengo la sensación que voy a morir en breve. No tuve miedo ni tristeza durante todo el tratamiento, (que fue demoledor), estuve todo el tiempo con una sonrisa en los labios y explicando a todo el mundo cómo es esto de tener un cáncer. He sido muy fuerte durante toda mi vida y mucho más en estos últimos dos años y medio. Pero ahora he pegado un bajón enorme. Me siento sola, desamparada por los profesionales, sin posibilidad de volver a amar ni que me ame ningún hombre, y como creo que he dicho antes, tengo la sensación de que voy a morir en breve.
Le he pasado tus dos artículos a un amigo que ha vivido conmigo el último año y que ahora se ha marchado, para que vea que todos mis miedos actuales no son tonterías.
Gracias por todo.
Un saludo,
Gunilla Norén
Hola Gunilla, gracias por su comentario. Es frecuente que el tratamiento se tome con cierto optimismo, porque se tiene la sensación de estar haciendo algo contra el cáncer. Cuando surgen complicaciones se viven con incertidumbre, y puede persistir cierto miedo a que la enfermedad empeore o regrese. Imagino que el esfuerzo para estar fuerte y sonriente tuvo que ser agotador. Creo que se pueden buscar opciones para que usted pueda recuperar la calidad de vida y volver a sentirse bien. Así que le agradezco sus palabras sobre mi trabajo y la invito, si quiere, a ponerse en contacto conmigo de forma personal escribiendo a info@psicologiaencancer.com.