Anatomía y función del cerebro
El encéfalo coordina las funciones de todo el cuerpo. Está formado por tres partes: el cerebro, el cerebelo y el tronco del encéfalo. El cerebelo controla el movimiento y el equilibrio de la persona. El tronco del encéfalo conecta el cerebro con la médula espinal y controla funciones como la respiración o la presión arterial. El encéfalo está protegido por el cráneo y unas membranas. La mayoría de células del cerebro son neuronas, y están acompañadas de células de apoyo, como los astrocitos y los oligodendrocitos. Cualquiera de estas partes puede tener un tumor cerebral.

El cerebro es la parte más grande del encéfalo. Está dividido en dos hemisferios y, cada hemisferio, tiene 4 lóbulos:
- Lóbulo frontal: Está situado delante de todo. Controla la personalidad, la planificación, la inteligencia, el lenguaje y la conducta social.
- Lóbulo parietal: Situado en la parte superior. Es responsable del tacto y de las sensaciones de dolor. También controla el cálculo del espacio (a qué distancia están los objetos que vemos).
- Lóbulo temporal: Se encuentra an la parte lateral. Controla el oído, el lenguaje y la memoria.
- Lóbulo occipital: Está situado en la parte de atrás. Controla la información visual.
Cuando una célula del cerebro tiene varias mutaciones puede convertirse en cancerosa. Esto hace que se divida más deprisa de lo normal y que, además, no muera cuando le toca. Por ello las células se acumulan y forman un tumor.
Tipos de tumor cerebral
La primera distinción que hay que hacer cuando hablamos de un tumor cerebral es si de trata de un tumor primario o secundario:
- El tumor primario es una masa que se ha originado en el mismo cerebro. A diferencia de otros cánceres, no es habitual que un tumor cerebral primario haga metástasis a otras partes del cuerpo.
- El tumor secundario es una metástasis de un cáncer que se ha originado en otra parte (como el pecho o el pulmón) y ha llegado al cerebro a través de la sangre. En este caso se dice, por ejemplo, que hay un cáncer de pulmón con metástasis cerebrales. El cerebro es uno de los órganos que, más a menudo, reciben metástasis de cánceres de otros sitios.
Los tumores primarios se clasifican según la célula que está afectada, y según su agresividad. Los tipos más frecuente son estos:
- Astrocitoma: El 30% de tumores cerebrales en adultos son de este tipo. Afecta a los astrocitos, células que alimentan y protegen las neuronas. Dentro de este grupo está el glioblastoma, que abarca el 17% de los tumores primarios, siendo uno de los más frecuentes. Es de crecimiento rápido y suele invadir otras zonas del cerebro.
- Meningioma: Representa cerca del 20% de los tumores cerebrales. Se origina en las meninges, unas membranas situadas entre el cráneo y el cerebro. Suele ser benigno. Habitualmente no invade tejidos de alrededor, pero los puede comprimir cuando crece.
- Adenoma pituitario: Suele ser benigno y de crecimiento lento. Cerca del 7% de tumores cerebrales primarios son de este tipo. Afecta la glándula pituitaria, que controla las hormonas de otras partes del cuerpo.
- Ependimoma: Representa el 1-2% de los tumores cerebrales primarios. Se origina en el sistema ventricular (un conjunto de espacios vacíos que hay dentro del cerebro, por donde circulan sus defensas). Es más frecuente en niños y adolescentes.
- Oligodendroglioma: Afecta unas células llamadas oligodendrocitos, que se encargan de fabricar la mielina (una sustancia que facilita la comunicación entre las neuronas). Es poco frecuente.
- Tumores germinales: Son poco frecuentes (1-3% del total). Se suelen presentar en adultos jóvenes. Su origen son células que, durante la gestación, fueron hacia el cerebro en lugar de quedarse en la parte del cuerpo que les tocaba.
- Craneofaringioma: También es poco frecuente (3-5% del total). Es un tumor benigno que aparece cerca de la glándula pituitaria. Se diagnostica más en niños y adolescentes.
- Meduloblastoma: Se inicia en el cerebelo, sobre todo en personas adultas (aunque también afecta a los niños). Es de crecimiento muy rápido, pero poco frecuente.
Estadísticas del tumor cerebral

Los datos estadísticos mundiales se refieren a «tumores del sistema nervioso central». Por lo tanto incluyen enfermedades oncológicas de la médula espinal (fuera del cerebro). De todos modos, la mayoría son tumores cerebrales. En todo el mundo, en 2012, se diagnosticaron 256.213 casos (fuente: IARC). En España fueron 3.717 casos (55% hombres y 45% mujeres). Es el 13º cáncer en frecuencia en adultos, y el 2º en población infantil (sólo por detrás de la leucemia). El riesgo de tener este tipo de cáncer aumenta mucho a partir de los 60 años.
Los datos de mortalidad son muy dispares: dependen de tantos factores (localización y extensión del tumor, edad del paciente, etc.) que no se puede establecer una cifra concreta. Lo que sí se sabe es que los tumores suelen ser más benignos en las mujeres que en los hombres.
Síntomas de los tumores cerebrales
Los signos y síntomas del tumor cerebral NO se manifiestan siempre, ni lo hacen con la misma intensidad en todas las personas. Algunos pueden aparecer independientemente de dónde se localice el tumor. Como el cerebro está encerrado dentro del cráneo, la presencia de un tumor hace que el cerebro se comprima. Esto provoca un aumento de la presión intracraneal y se manifiesta con dolor de cabeza, vómitos y alteraciones del sueño y de la conciencia. El otro signo general son las convulsiones: Movimientos bruscos del cuerpo que la persona no puede controlar y que recuerdan las crisis epilépticas. Pueden ser de gravedad muy diversa, desde imperceptibles por el propio paciente hasta graves que provocan la caída al suelo y la pérdida del conocimiento. El tratamiento con antiepilépticos (siempre controlado por el médico) suele ser eficaz.
El otro grupo de síntomas son los que dependen de la localización del tumor:
- Si se encuentra en el lóbulo frontal (parte delantera de la cabeza) puede provocar alteraciones de la memoria, el lenguaje del estado de ánimo o la personalidad. También afecta la concentración y causa mareo y pérdida de la fuerza en una mitad del cuerpo. O altera los sentidos del gusto y el olfato.
- Si se localiza en el lóbulo parietal (parte de arriba) puede dificultar diversos aspectos del lenguaje: la lectura, la escritura, el habla o la comprensión de las palabras. También puede provocar mareos y dificultad para reconocer el espacio y los objetos. Afecta la coordinación de los movimientos y causa pérdida de fuerza en una mitad del cuerpo.
- Un tumor situado en el lóbulo temporal (parte del lado) puede dar alteraciones emocionales y auditivas. También puede perjudicar el lenguaje o el equilibrio.
- Si se encuentra en el lóbulo occipital (parte de atrás) afecta la visión, y puede provocar ceguera.
- El tumor ubicado en el cerebelo (bajo el lóbulo occipital) puede dificultar la coordinación de movimientos y el equilibrio. También puede provocar vómitos y vértigo.
- La localización en el tronco del encéfalo (la parte que une el cerebro con la médula espinal) puede producir vómitos, dolor de cabeza y falta de coordinación. También altera el habla y la visión, y provoca somnolencia.
Todos estos síntomas pueden estar causados por muchas enfermedades que no son un tumor. Si nota alguno, es muy importante acudir al médico inmediatamente.
Diagnóstico del tumor cerebral
La única manera de prevenir el cáncer de cerebro es evitando la exposición a radiaciones ionizantes. No se ha podido demostrar la relación causal entre el uso del teléfono móvil y el tumor cerebral. Tampoco hay técnicas de detección precoz, por lo que el diagnóstico se hace cuando los síntomas ya han aparecido. Las pruebas más habituales son:

- Exploración clínica y neurológica: El médico pide cosas como caminar en línea recta, mover los ojos, nombrar objetos que se ven dibujados, etc. También se comprueban los reflejos.
- TAC: El TAC (Tomografía Axial Computerizada) son una serie de radiografías que, cuando se juntan, permiten ver el cerebro entero (como las rebanadas de un pan). El paciente se pone en una camilla que se mueve y pasa por un círculo. Este círculo da vueltas y hace las radiografías. La prueba no es dolorosa, pero requiere estar completamente quieto mientras se hace.
- Resonancia magnética: También da varias imágenes, pero son más precisas y permiten ver qué hay alrededor del tumor. Habitualmente se hace en una camilla que se introduce en un tubo cerrado -a tener en cuenta para personas con claustrofobia-. No es dolorosa ni utiliza radiación.
- PET: La PET (Tomografía por Emisión de Positrones) permite ver en tiempo real cómo se comporta el tumor. Se inyecta glucosa al paciente, y ésta es captada como alimento por el tumor. Así ayuda a establecer su localización exacta y el tamaño.
- Punción lumbar: Se introduce una aguja en la médula espinal. Y se extrae una muestra del líquido céfalo-raquídeo (que protege la médula y el cerebro de golpes y movimientos bruscos) para ver si hay células cancerosas. También sirve para inyectar medicamentos. Este procedimiento puede resultar doloroso, y requiere que el paciente esté quieto y en posición fetal. Posteriormente deberá guardar reposo durante unas horas, y es posible que tenga dolor de cabeza.
- Biopsia: La biopsia es la prueba más fiable para determinar el tipo de tumor cerebral y su malignidad. Para hacerla se necesita cirugía: hay que acceder al cerebro a través del cráneo y extraer una muestra de tejido para analizarla en el laboratorio. Se puede practicar en una misma intervención que forme parte del tratamiento.
Tratamiento del tumor cerebral
Como en otros tipos de cáncer, el tratamiento de la persona con tumor cerebral dependerá de la localización de la masa, el grado de malignidad, el estado general de salud, etc. Las técnicas más utilizadas son la cirugía y la radioterapia. De manera menos frecuente se utiliza la quimioterapia.
Antes de iniciar cualquier estrategia terapéutica el paciente firma un documento llamado consentimiento informado. Se trata de una hoja donde explica en qué consiste el tratamiento, quién lo hará y sus riesgos y efectos secundarios. Con la firma el paciente reconoce que ha sido informado y que acepta el procedimiento. Es el momento de hacer al médico las preguntas necesarias (como cuánto se tarda en recuperarse), aunque parezcan poco importantes.
Cirugía
La cirugía es el tratamiento de primera opción cuando el tumor es accesible. Si se encuentra en una zona del cerebro a la que no se puede llegar sin causar daños importantes a otras regiones, se opta por la radioterapia, con o sin quimioterapia. El objetivo de la cirugía es eliminar total o parcialmente el tumor. La eliminación parcial permite aliviar los síntomas, mejorar la calidad de vida y continuar después con otros tratamientos.
Para los tumores benignos, la cirugía suele ser suficiente. En cambio, en los malignos, habitualmente hay que hacer radioterapia después de operar.

La cirugía del cerebro (llamada neurocirugía) es compleja. El cerebro controla muchas funciones, y la frontera entre la parte que regula una y la que regula otra es muy fina. A la hora de extirpar el tumor hay que tener en cuenta que puede quedar afectada la función que controla aquella parte del cerebro (por ejemplo, la sensibilidad del dedo pulgar).
Las técnicas de neurocirugía han mejorado notablemente en los últimos años. Actualmente se hacen intervenciones de precisión milimétrica para eliminar la mayor parte de tumor posible afectando el mínimo la función. Sin embargo, la cirugía también puede tener efectos secundarios, como el riesgo de infecciones, empeoramiento de síntomas neurológicos, convulsiones o hemorragias.
Radioterapia
La radioterapia se hace con una máquina llamada acelerador lineal, que envía rayos X con mucha potencia y precisión hacia el tumor para destruir sus células. Sirve para eliminar el resto del tumor que no se ha podido quitar con la cirugía, o bien para sustituir la cirugía si ésta no se pudo realizar. Puede tener una finalidad curativa o paliativa (controlar los síntomas).
Antes del tratamiento se hace una planificación, con la que se establece la dosis necesaria y la zona a irradiar. De este modo, aunque el tratamiento lo hagan médicos diferentes, saben qué hacer con cada paciente.
Al hacer la radioterapia para el tumor cerebral es probable que se tenga que inmovilizar la cabeza con una máscara. Así se evita que la radiación afecte excesivamente regiones sanas de alrededor. El tratamiento puede necesitar muchas sesiones (5 días a la semana durante varias semanas), pero cada sesión dura sólo unos minutos. Además, es indolora para el paciente. La radioterapia se puede hacer en diferentes modalidades:
- Radioterapia estereotáxica fraccionada: Es un tratamiento de altísima precisión, que permite incidir en el tumor sin afectar las zonas de alrededor. Los rayos X se lanzan desde varios puntos (la máquina se mueve), y requiere que el paciente esté inmovilizado también con mucha precisión.
- Radiocirugía: Es un tipo especial de radioterapia que se hace en una sola sesión, utilizando unos rayos X muy potentes y con la cabeza inmovilizada con unos anillos metálicos. El paciente no nota nada durante el tratamiento y puede volver a casa el mismo día. No implica cirugía (aunque el nombre induzca a pensarlo).
- Braquiterapia o radioterapia intersticial: Se depositan sobre el tumor unas semillas o barritas radiactivas y se dejan durante unos días. No se utiliza el acelerador lineal.
- Protonteràpia o terapia de protones: Sólo se utiliza en centros muy especializados. Su funcionamiento es similar al de otras formas de radioterapia y, de hecho, todavía se está investigando si aporta beneficios extra.
Los efectos secundarios de la radioterapia son: dolor de cabeza, caída del cabello, sensación de ardor en la piel de zona irradiada y fatiga. Aparecen unas horas o días después del tratamiento. Si el tratamiento requiere que los rayos X lleguen a la mandíbula, hay que tener en cuenta que pueden caer algunos dientes. En este caso se posponen los tratamientos dentales y se adapta la dieta. A medio o largo plazo pueden aparecer daños neurológicos, con síntomas que recuerdan los del propio tumor. Estos efectos no siempre se producen en todos los pacientes y, cuando lo hacen, tienen tratamiento. Excepcionalmente aparece demencia muchos años después de la radioterapia.
Quimioterapia
A diferencia de la radioterapia, que es un tratamiento local (sólo afecta a la zona irradiada), la quimioterapia es un tratamiento sistémico. El medicamento llega a todas las células del cuerpo, tanto si se administra por vía intravenosa como si se hace por vía oral. El objetivo de la quimioterapia es destruir las células tumorales, pero como también llega a las sanas, produce notables efectos secundarios. Los repasaremos más adelante.
La quimioterapia no se utiliza demasiado en tumor cerebral. Esto es porque el cerebro tiene una barrera, llamada barrera hemato-encefálica (BHE), que impide la entrada de medicamentos. La BHE hace una función de defensa del sistema nervioso: evita que lleguen drogas o sustancias que lo podrían dañar. Pero también evita la llegada de medicamentos que deberían servir para curar. Esto añade dificultad al uso de la quimioterapia en cáncer de cerebro.

Los tipos de tumor en los que más se utiliza son el glioblastoma (con un fármaco llamado temozolamida) y los oligodendrogliomas y oligoastrocitoma (con una pauta llamada «PCV», que son las siglas de sus tres medicamentos: procarbazina, CCNU o lomustina y vincristina). Con el resto de tumores los avances con el uso de la quimioterapia son escasos o inexistentes.
Los efectos secundarios de la quimioterapia son caída del cabello, náuseas y vómitos y pérdida del apetito. También hace bajar varios componentes de la sangre. El descenso de glóbulos rojos se relaciona con la anemia y la fatiga; el descenso de glóbulos blancos incrementa el riesgo de infecciones y la bajada de plaquetas facilita las hemorragias y hace que las heridas tarden en cicatrizar. Estos síntomas no aparecen siempre y se pueden controlar con la medicación que receta el médico. Suelen desaparecer entre unos días y unos meses después de terminar el tratamiento.
Evolución y pronóstico de los tumores del cerebro
Los factores que permiten pronosticar si una persona con tumor cerebral se puede curar o empeorará son:
- Ubicación y extensión del tumor y malignidad: Los tumores localizados (a diferencia de los extendidos) y accesibles a la cirugía son de mejor pronóstico. También lo son los de células con poca malignidad. El grado histológico se puntúa de I a IV, siendo el de mejor pronóstico el primero.
- Estado general del paciente: Los pacientes con un estado funcional deteriorado tienen peor pronóstico. La evaluación se hace con la escala de Karnofsky, que tiene en cuenta cómo la enfermedad afecta a la persona, si ésta puede hacer sus actividades diarias, sola o con ayuda, y si necesita hospitalización.
- Edad: El pronóstico es mejor, en general, en personas jóvenes.
- Síntomas: La larga duración de los síntomas indica un buen pronóstico. La presencia de crisis convulsivas también podría hacerlo, pero no hay consenso científico en este sentido.
En cualquier caso, el tumor cerebral puede reaparecer en un paciente que se había curado. Por ello se siguen realizando controles (en general, cada 6 meses durante toda la vida). Los controles permiten detectar la reaparición del tumor e iniciar un nuevo tratamiento. Las pruebas más habituales son el análisis de sangre, el TAC y la resonancia magnética.
Consequencias psicológicas asociadas al tumor cerebral
El diagnóstico de cáncer conlleva reacciones muy diversas. La mayoría de pacientes lo viven con sensación de amenaza, rabia, tristeza e incertidumbre. Estas reacciones son normales y ayudan a encajar la noticia. Es habitual preguntarse «¿Por qué me ha ocurrido a mí?«, sin que haya una respuesta clara. No hay un motivo por el que una persona tiene cáncer y otra no. En otros tumores sí que hay algunos factores de riesgo, pero se tienen en cuenta para la población en su conjunto, y no para las personas a nivel individual.
Para aprender a hacer frente a la enfermedad y el tratamiento se necesita tiempo y apoyo social. Aunque personas del entorno pueden intentar animar con frases como «todo irá bien» o «tienes que ser optimista«, sólo el afectado sabe lo difícil que es esta situación. Para otra persona cuesta mucho imaginar. Es más eficaz estar disponible para ayudar: acompañar a la persona en el hospital, ir a comprar, cuidar a los hijos o los nietos, etc.

Los síntomas pueden alterar la movilidad, los sentidos, la memoria o el lenguaje, e incluso pueden hacer cambiar la personalidad. Otras personas pueden notar estos cambios y sorprenderse, o preguntar a qué se deben. Para acostumbrarse también se necesita tiempo, paciencia y, a veces, ayuda profesional. Habrá cambios a nivel personal y familiar, nuevas rutinas, etc. Habrá que decidir aspectos como si debe seguir trabajando, quien hará las cosas que él/ella no puede hacer, etc. Las necesidades pueden cambiar a menudo.
Si el paciente es un niño (habitual en los tumores cerebrales), lo más importante es estar a su lado. El niño tiene mucho miedo a la separación de los padres. Conviene que sus padres muestren confianza hacia los médicos. Así el niño verá que él también puede confiar. También es importante responder las preguntas que tenga, y decirle la verdad. El mismo niño o niña regulará cuánta información necesita.
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Si la persona se cura, hay que pensar en un programa de rehabilitación, para ayudarle a recuperar funciones que puede haber perdido con la enfermedad o del tratamiento. Son ejemplos la memoria, la escritura, el habla, la concentración, etc. El mismo hospital facilitará información sobre estas opciones.
En caso de que la enfermedad avance y la curación no sea posible, no significa que ya no haya nada que hacer. Se puede intentar mantener la calidad de vida con la ayuda del tratamiento paliativo. Y aprovechar el tiempo para estar con las personas queridas, visitar lugares nuevos, aprender, experimentar, etc. Muchas personas en el final de la vida se quedan más tranquilas si concluyen que su vida ha tenido sentido.
Esta información se ha elaborado con fuentes obtenidas de la Sociedad Española de Oncología Médica, Asociación Española Contra el Cáncer, National Cancer Institute, International Agency for Research on Cancer, y aportaciones propias de la experiencia profesional en Psicooncologia.