Los órganos de nuestro cuerpo están formados por células, que contienen el material genético. Las células se dividen y se renuevan de manera ordenada durante toda la vida. Pero algunas de ellas pueden sufrir una serie de mutaciones que las hacen dejar de funcionar normalmente. Cuando eso ocurre en las células del intestino delgado, el órgano que participa en la digestión y que conecta el estómago con el colon, hablamos de cáncer de intestino delgado.
El intestino delgado es un tubo de entre 3 y 7 metros de largo (dependiendo de la edad de la persona), con numerosos pliegues para caber en el abdomen. Su función es absorber los alimentos y, a la vez, contribuir a las defensas del cuerpo ante virus y bacterias. También desarrolla funciones hormonales (por eso algunos tumores neuroendocrinos aparecen en este órgano). El intestino delgado se divide en tres partes: La más próxima al estómago es el duodeno; la parte central és el yeyuno y, la porción final (unida al intestino grueso) es el íleon.
La información de esta página NO sustituye la que pueda proporcionar un médico. Está pensada para responder preguntas habituales de los pacientes de cáncer de intestino delgado y sus familiares.
Tipos de cáncer de intestino delgado
Los cánceres de intestino delgado se clasifican de la siguiente manera:
- Adenocarcinoma: Se origina en el revestimiento del intestino (su parte interior) y es el tipo de tumor más frecuente que aparece en este órgano. Normalmente aparece en la región más próxima al estómago y se considera maligno. «Maligno» significa que está asociado a un mal pronóstico si no se trata eficazmente.
- Sarcoma: El tipo de sarcoma más frecuente en el intestino delgado es el leiomiosarcoma. Empieza en la pared muscular del tubo, generalmente en su región final (el íleon).
- Tumor carcinoide: Suele aparecer entre el íleon y el apéndice, cerca del colon. En la mayoría de ocasiones lo hace entre los 50 y los 60 años. Habitualmente es maligno y se presenta en forma múltiple (se detectan varios tumores).
- Linfoma: El linfoma del intestino delgado empieza en el íleon, y suele ser una evolución de la celiaquía no tratada. La celiaquía es una enfermedad metabólica que impide que el intestino absorba el gluten, un componente presente en muchos alimentos.
- Tumores del estroma gastrointestinal (GIST): Empiezan en las neuronas de las paredes del intestino delgado, aunque pueden aparecer en otros órganos, como el estómago. Los GIST pequeños pueden no manifestar síntomas y evolucionar muy lentamente.
Estadísticas del cáncer de intestino delgado
Dado el origen diferente de los varios tipos de cáncer de intestino delgado, no hay una estadística unificada sobre la frecuencia de esta enfermedad. Se sabe que es un tumor poco frecuente, que no llega al 2% de todos los diagnósticos de cáncer. En Estados Unidos se diagnostican unos 5.600 casos cada año (Fuente: Oncolink). Generalmente aparece entre los 50 y los 70 años.
La supervivencia a los 5 años es del 65% cuando se detecta en el Estadio I. Eso significa que 2 de cada 3 personas con cáncer de intestino delgado siguen vivas 5 años después del diagnóstico. Esta supervivencia disminuye cuanto más avanzada está la enfermedad en el momento de diagnosticarla.
1 de cada 3 tumores de intestino delgado son benignos. No obstante, se mantiene el seguimiento después de tratarlos para controlar las posibles recaídas. Los tumores benignos del intestino delgado más frecuentes son el adenoma, el leiomioma y el lipoma.
Prevención del cáncer de intestino delgado
El cáncer de intestino delgado tiene algunos factores de riesgo: situaciones que hacen aumentar la probabilidad de tener la enfermedad. Prevenir estos factores, sobre todo si se ha diagnosticado alguna enfermedad hereditaria, ayuda a reducir el riesgo de tener cáncer. Estos factores son:
- Consumo de tabaco
- Factores dietéticos: consumo de alimentos conservados, como los pescados ahumados y secos, el alcohol en gran cantidad a lo largo de la vida, los azúcares refinados y la carne roja.
- Obesidad
- Adenomatosis o poliposis intestinal (como ocurre con el cáncer de colon).
- Enfermedad inflamatoria intestinal o Enfermedad de Crohn (con la que los intestinos sufren una inflamación y síntomas como dolor, diarrea, fiebre y pérdida de peso).
- Presencia del VIH mal controlado: El virus del SIDA en una persona que no recibe tratamiento está relacionado con el aumento del riesgo de tener un tipo específico de cáncer de intestino delgado: El Sarcoma de Kaposi.
- Factores hereditarios: El cáncer de colon hereditario no polipósico (CCHNP), Síndrome de Peutz-Jeghers (con la que aparecen pólipos o malformaciones en el intestino) o poliposis adenomatosa familiar (PAF), que también provoca la aparición de pólipos.
Síntomas del cáncer de intestino delgado
El cáncer de intestino delgado produce síntomas muy inespecíficos. Se confuden fácilmente con otras enfermedades, y el médico raramente sospecha que se trate de cáncer. Eso está motivado: Los tumores en el intestino delgado son poco frecuentes, y los médicos prefieren explorar antes otras enfermedades más probables en la persona que presenta los síntomas:
- Dolor abdominal: Intermitente y en forma de cólico. Este síntoma aparece más cuando el tumor está en el íleon (cerca del colon).
- Pérdida de peso
- Náuseas y vómitos: Sobre todo cuando el tumor está en el duodeno (la parte del intestino más cercana al estómago).
- Hemorragia digestiva: A veces se presenta con anemia, debido a la pérdida oculta de sangre con las heces.
- Obstrucción (tapón) o perforación intestinal
Todos estos síntomas pueden estar causados por muchas enfermedades que no son un tumor. Si se presenta alguno, es importante ir al médico inmediatamente: El médico es el único profesional que puede saber si un síntoma se debe a un cáncer o no.
Diagnóstico del cáncer de intestino delgado
Cuando hay síntomas que hacen pensar en un cáncer de intestino delgado los médicos hacen estas pruebas:
- Exploración: Historia clínica de los hábitos del paciente (incluyendo los nutricionales) y examen físico completo.
- Análisis de sangre: Permite ver el funcionamiento general del cuerpo. No es una prueba dolorosa, más allá del pinchazo con la aguja.
- Análisis de orina: El origen hormonal de algunos tipos de cáncer de intestino delgado (tumor neuroendocrino) justifica que se estudien los residuos de hormonas.
- Detección de posible sangre oculta en las heces: Mediante un pincel se obtiene una pequeña muestra de excrementos para analizar si hay sangre oculta. Esta prueba es la misma que la de detección precoz del cáncer colo-rectal.
- Endoscopia: Se introduce un tubo con una luz y una cámara por la boca hasta la parte superior del intestino delgado, para ver su interior. La prueba no es dolorosa, pero puede resultar molesta porque introducir el tubo por la boca a veces produce náuseas. Por eso, previamente, se administra un anestésico en forma de spray bucal. El paciente debe haber pasado unas horas sin comer, pero no necesita ingresar en el hospital. Existe la posibilidad de hacer la endoscopia con píldora: el paciente se traga una píldora con una cámara, que recorre el tubo digestivo y recoge y envía imágenes de lo que encuentra para ser analizadas por el médico.
- Colonoscopia: En este caso el tubo se introduce por el recto y permite ver el tramo final del intestino delgado (el íleon).
- Radiografía de bario: El paciente toma una papilla de bario, una sustancia que hace de contraste y que permite ver muy claramente el contorno del tubo digestivo en una radiografía.
- Escáner o TAC: El TAC (Tomografía Axial Computerizada) es una serie de radiografías que, cuando se juntan, permiten ver varios órganos con precisión. Ayuda a ver si el cáncer se ha extendido a órganos cercanos. El paciente se tumba en una camilla que pasa por debajo de un círculo metálico que da vueltas y toma las radiografías. La prueba no es dolorosa porque funciona como los Rayos X, pero requiere estar completamente quieto mientras se hace.
- Biopsia: Si durante la endoscopia se observa una masa tumoral, se extrae una pequeña muestra con unas pinzas. Luego se analiza en el laboratorio y proporciona información sobre el tipo de células que componen el tumor.
Estadios del cáncer de intestino delgado
En el momento del diagnóstico se clasifica el tumor según el tipo de células que lo componen y según su gravedad. Esta clasificación determina el tratamiento a seguir y ayuda a conocer el pronóstico. Los tipos de cáncer de intestino delgado son muy diferentes entre ellos, y cada uno tiene su estadificación. Este es el del adenocarcinoma, el tipo de cáncer de intestino delgado más frecuente:
- Estadio I: Tumor localizado dentro del intestino delgado, o extendido a la pared muscular pero sin invasión de los ganglios linfáticos u otros órganos.
- Estadio II: Cáncer extendido a la pared muscular, con posible afectación de órganos muy cercanos, como el páncreas.
- Estadio III: Cáncer extendido a los ganglios linfáticos regionales.
- Estadio IV: El cáncer se ha extendido a órganos lejanos, como los pulmones, en forma de metástasis.
Y estos son los estadios del sarcoma:
- Estadio IA: Tumor de 5 centímetros o menos, que puede ser superficial o profundo. No se ha extendido a los ganglios linfáticos ni a otras partes del cuerpo.
- Estadio IB: Tumor de más de 5 centímetros, que puede ser superficial o profundo. Tampoco se ha extendido a los ganglios linfáticos ni a otras partes del cuerpo.
- Estadio IIA: El tumor hace 5 centímetros o menos, y puede ser superficial o profundo. No se ha extendido a los ganglios linfáticos ni a otras partes del cuerpo, pero se considera más grave que el de Estadio IA.
- Estadio IIB: El tumor hace 5 centímetros o menos, y puede ser superficial o profundo. No se ha extendido a los ganglios linfáticos ni a otras partes del cuerpo, pero se considera más grave que el de Estadio IB.
- Estadio III: El tumor hace más de 5 centímetros y puede ser superficial o profundo. No hay extensión en los ganglios linfáticos ni a otras partes del cuerpo, pero se considera más grave que el de Estadio IIB. O bien un tumor de cualquier tamaño, superficial o profundo, que se ha extendido a los ganglios linfáticos regionales, pero no a otras partes del cuerpo.
- Estadio IV: Tumor de cualquier tamaño, superficial o profundo, que se puede haber extendido -o no- a los ganglios linfáticos regionales. Se ha diseminado a otras partes del cuerpo.
Tratamiento del cáncer de intestino delgado
Como en otros tipos de cáncer, el tratamiento del cáncer de intestino delgado dependerá del grado de extensión, de la malignidad y del tipo de tumor que sea.
En esta sección se explica, primero, la estrategia terapéutica para cada uno de los principales tipos de cáncer de intestino delgado. A continuación se detalla de manera general en qué consisten los procedimientos más importantes: la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia.
Antes de empezar el tratamiento, el paciente firma un documento llamado consentimiento informado. En él se explica en qué consiste el tratamiento, qué profesional lo hará y qué riesgos y efectos secundarios puede tener. Con su firma, el paciente reconoce que ha sido informado y que acepta el procedimiento. Es el momento de hacer al médico las preguntas necesarias (como cuánto se tarda en recuperarse, o si debe dejar de tomar alguna medicación habitual). El profesional de la salud responderá todas las dudas.
Tratamiento del adenocarcinoma de intestino delgado
El tratamiento de elección es la cirugía, con la que se extirpa el tumor y las regiones colindantes para evitar que queden células cancerosas invisibles. También se eliminan los ganglios linfáticos de alrededor, aunque no haya evidencia de que estén afectados. Una vez extirpado el tumor, el cirujano intenta reconectar el intestino uniendo sus extremos (un proceso llamado anastomosis). De todas formas esta opción no siempre es viable.
En algunas intervenciones hay que sacar una porción muy grande de íleon (la parte más inferior del intestino delgado), de manera que no queda un intestino suficientemente largo para hacer la reconexión. En este caso el extremo se une a la pared interior del vientre y, desde allí, se hace un orificio al exterior. Así el tubo queda conectado con el exterior del cuerpo y sirve para recoger y eliminar las heces con una bolsa, ya que no se puede hacer de manera natural a través del ano. Este procedimento se llama ileostomía y puede ser temporal o permanente.
Tratamiento del linfoma intestinal
Los linfomas que provocan obstrucción, perforación o hemorragia se tratan siempre con cirugía. A veces se le añade quimioterapia para acabar de eliminar las células cancerosas. Con los tumores más pequeños y poco malignos se opta por combinar quimioterapia y radioterapia.
Tratamiento de los tumores del estroma gastrointestinal
La estrategia terapéutica incluye cirugía, con la cual se extirpa en tumor y un margen de alrededor. Si la enfermedad está avanzada se puede añadir tratamiento con inhibidores de la tirosina quinasa (imatinib). El imatinib evita que las células tumorales se reproduzcan. Se toma por vía oral, en forma de pastillas. Algunos de sus efectos secundarios son: diarrea, náuseas, vómitos, llagas en la boca o cambios en la percepción de los sabores.
Cuando el imatinib no hace efecto en el tumor del estroma gastrointestinal queda la opción de aplicar sunitinib y regorafenib.
Tratamiento del tumor carcinoide
Los tumores que no han hecho metástasis se tratan con cirugía. Se extirpa el tumor, las células de alrededor y los ganglios linfáticos. Si el tumor ya ha hecho metástasis, pero sólo hay una y se encuentra en el hígado, también se opta por la cirugía. En el caso de que haya metástasis a otras partes del cuerpo, como los pulmones, previamente se hace un tratamiento con octreótido. Este medicamento actúa contra las hormonas que produce el intestino delgado. Algunos de sus efectos secundarios son la aparición de piedras en la vesícula, subida del azúcar en la sangre, náuseas y vómitos.
En algunos casos funciona la quimioterapia. Los medicamentos utilizados son la estreptozotocina, combinada con 5-fluoruracilo, adriamicina o ciclofosfamida.
Tratamiento del sarcoma
El tratamiento del sarcoma de intestino delgado se basa en la cirugía. Con este procedimiento se elimina el tumor y los márgenes de alrededor, que pueden contener células tumorales invisibles. Si hay factores de riesgo de recaída local se añade radioterapia para acabar de eliminar estas células invisibles y evitar esas recaídas.
Si el sarcoma ha hecho metástasis, esta suele localizarse en los pulmones. Cuando las metástasis pulmonares son poco importantes y aparecen habiendo transcurrido menos de un año después del primer tratamiento, se pueden eliminar con cirugía. En el resto de casos (que haya varias metástasis, que hayan aparecido más de un año después del primer tratamiento o que estén fuera del pulmón) se opta por la quimioterapia. Los productos utilizados son la doxorrubicina y la ifosfamida. La doxorrubicina también se puede emplear combinada con olaratumab (un medicamento de inmunoterapia), ya que aumenta la supervivencia más de lo que lo hace la doxorrubicina sola.
Aspectos generales de la cirugía
La cirugía es el tratamiento de primera opción para la mayoría de tumores. Para algunas personas pasar por el quirófano es una experiencia estresante. Es normal vivirlo con sensación de no saber qué ocurrirá: el quirófano es un sitio desconocido, con personas desconocidas, y el paciente estará dormido todo el tiempo. Este artículo puede ayudar a reducir la ansiedad antes de ser operado del cáncer.
Unas semanas antes de la intervención se hace el llamado pre-operatorio. Se trata de un estudio para comprobar que el paciente está preparado para someterse a la anestesia y a la intervención quirúrgica. Las pruebas más habituales en un pre-operatorio son:
- Análisis de sangre: Más allá del pinchazo con la aguja, no resulta doloroso.
- Electrocardiograma: Estudio para ver el funcionamiento del corazón: el ritmo y la regularidad del latido. Se realiza colocando unos electrodos en el torso. No es una prueba dolorosa.
- Radiografía de tórax: Tampoco es una prueba dolorosa.
- Entrevista con el anestesista.
Para el pre-operatorio no es necesario ingresar al hospital. Se puede hacer en una visita médica. Es en esta visita cuando se suele firmar el consentimiento informado.
En la intervención quirúrgica se anestesia al paciente y se abre la región que hay que intervenir para extirpar el tumor. Se practica con anestesia general (el paciente se duerme y no nota ningun dolor). Mientras tanto su familia puede esperar en el área exterior del quirófano o en la habitación del hospital.
La duración de la intervención es variable, porque depende de muchos factores. Una vez hecha, el paciente pasa a reanimación, donde despierta de la anestesia. Durante ese intervalo, que suele ser de pocas horas, está vigilado por el personal sanitario en todo momento. Posteriormente regresa a su habitación para recuperarse durante unos días. Es allí donde el personal de enfermería le explicará si debe hacerse alguna cura o las precauciones a tener en cuenta.
Aspectos generales de la radioterapia
La radioterapia se hace con una máquina llamada acelerador lineal, que envía rayos X con mucha potencia al tumor para destruirlo: La radiación altera los genes de las células tumorales para acabar con ellas. Puede tener finalidad curativa o paliativa (de control de síntomas).
Antes de iniciar el tratamiento se hace una planificación. El especialista, el oncólogo radioterapeuta, calcula la dosis total de radiación que hará falta en todo el tratamiento, y la divide por el número de sesiones. Puede marcar con un rotulador permanente la parte del cuerpo exacta que hay que irradiar: así, aunque el médico no sea el mismo cada día, cualquier profesional sabe qué debe hacer con paciente.
La radioterapia es un tratamiento local y muy preciso: se selecciona la parte del cuerpo a irradiar, y las zonas de alrededor reciben una radiación mínima. Pueden ser necesarias muchas sesiones (5 días a la semana durante algunas semanas), lo que implica hacer muchos viajes al hospital. Pero cada sesión sólo dura unos minutos. Además, es indolora para el paciente. Es posible que tenga que mantener una postura algo incómoda para asegurar que los Rayos X van adonde toca.
Los efectos secundarios de la radioterapia son: quemaduras en la piel de la zona irradiada, fatiga, náuseas y vómitos. El médico suele administrar medicamentos para evitar los vómitos, y puede recomendar productos de aplicación local para los otros síntomas. Hay que recordar que el paciente NO emite radiación después de recibir el tratamiento: No hay ningun problema con que esté cerca de otras personas, incluyendo los niños.
Aspectos generales de la quimioterapia
A diferencia de la radioterapia, que es un tratamiento local (sólo afecta a la zona irradiada), la quimioterapia es un tratamiento sistémico. Se administra por via intravenosa (con una aguja, como cuando nos sacan sangre) o por via oral con pastillas. El medicamento pasa a la sangre y se distribuye por todas las células del cuerpo. Su objetivo puede ser curativo o paliativo.
El tratamiento se divide en ciclos. Un ciclo es el período de tiempo que incluye la administración de una dosis y los días de recuperación posteriores. Las características de este tratamiento varían de una persona a otra: tanto el tiempo que dura la toma de una dosis, como los días de recuperación entre sesiones, como la duración total de la terapia.
Hemos dicho que la quimioterapia llega a todo el cuerpo, afectando tanto a las células tumorales como a las sanas. Su acción en las células sanas es la que provoca los efectos secundarios de la quimioterapia: la caída del cabello, las náuseas y vómitos y la pérdida del apetito. También puede alterar algunos componentes de la sangre. El descenso de glóbulos rojos puede provocar anemia y fatiga; el descenso de glóbulos blancos incrementa el riesgo de infecciones, y la bajada de plaquetas facilita las hemorragias y hace que las heridas cicatricen más lentamente. Estos síntomas no aparecen siempre, ni lo hacen con la misma intensidad. Además se pueden controlar con la medicación que receta el médico. Suelen desaparecer entre unos días y unos meses después de acabar el tratamiento.
Cuando toca recibir una dosis de quimioterapia se hace un análisis de sangre para comprobar que el paciente está bien para tolerarla. Si algun componente de la sangre tiene niveles muy bajos existe la posibilidad de esperar unos días y darle tiempo a recuperarse, o de hacer una transfusión.
La estrategia terapéutica puede incluir la participación en un ensayo clínico. El paciente y el oncólogo pueden decidir, conjuntamente, probar un tratamiento experimental si los datos disponibles sugieren que el paciente se puede beneficiar de ello.
Impacto psicológico del cáncer de intestino delgado
Recibir un diagnóstico de cáncer puede provocar reacciones personales muy variadas. La mayoría de pacientes lo viven con sensación de amenaza, rabia, tristeza e incertidumbre. Estas reacciones son normales, y con el tiempo ayudan a encajar la noticia. Pueden mezclarse entre ellas, y combinarse con momentos de esperanza y optimismo. Es habitual preguntarse «¿Por qué me ha ocurrido a mi?«, pero no hay ningun motivo por el que una persona tiene cáncer y otra no.
Si te han diagnosticado cáncer de intestino delgado, date permiso a ti mismo/a para enfadarte, para llorar, para tener miedo o para querer estar solo/a cuando el cuerpo te lo pida. Son reacciones totalmente normales.
Para aprender a afrontar la enfermedad y el tratamiento se necesitan tiempo y apoyo social. Cada persona vive el cáncer a su manera: hay quien lo afronta con optimismo y espíritu de lucha, otros se desesperan, y otros se resignan. Todos estos estilos son igualment respetables. Algunas personas del entorno pueden intentar animar con frases como «todo irá bien» o «tienes que ser optimista«, pero sólo la persona afectada sabe realmente lo difícil que es esta situación. Los pacientes se sienten más ayudados sabiendo que sus personas de referencia están disponibles para hacer lo que haga falta en cada momento: acompañarles al hospital, ir a comprar, cuidar a los hijos o a los nietos, etc.
El cáncer provoca cambios importantes, y a muchos niveles: la autoimagen puede verse afectada, algunos tratamientos dejan cicatrices o provocan aumento de peso o caída del cabello, etc. También cambian las rutinas y los horarios, etc. Habrá que tomar decisiones en algunos aspectos: coger la baja laboral, hablar con los hijos de la enfermedad, etc.
Para mantener una buena relación con la pareja, es muy importante la comprensión y la comunicación. La pareja del paciente puede ser un gran apoyo, pero posiblemente necesite orientación sobre cómo puede ayudar en cada momento. Los cambios en el cuerpo (como las cicatrices de la cirugía), la fatiga o las alteraciones emocionales también pueden afectar a la sexualidad.
Aspectos psicológicos del cáncer avanzado
A veces los tumores del intestino delgado se detectan en un estadio avanzado, cuando ya no son curables. Pero eso no significa que no haya nada que hacer. El tratamiento paliativo ayudará a controlar los síntomas como el dolor y la preocupación, y a mantener la calidad de vida tanto como sea posible.
Aceptar que se acerca el final no es fácil, ni para el paciente ni para su familia. Los síntomas y la percepción de ser cada vez más dependiente de los demás provocan preocupación. En este punto una de las cosas que los psicólogos proponemos a los pacientes es hacer un repaso vital: Muchas personas al final de la vida se quedan más tranquilas si concluyen que su vida ha tenido sentido y que han podido dejar cerrados los temas que les preocupaban.
Como en otras etapas del cáncer, el tratamiento es multidisciplinar. El equipo profesional, formado por médicos, enfermeras, psicólogos y trabajadores sociales analiza la situación de cada persona y toma las decisiones conjuntamente con el paciente y su familia. El objetivo es controlar los síntomas y mantener el confort y la dignidad personal tanto como sea posible.
Esta información se ha elaborado con fuentes obtenidas de la Sociedad Española de Oncología Médica, Asociación Española Contra el Cáncer, National Cancer Institute, International Agency for Research on Cancer, y aportaciones propias de la experiencia profesional en Psicooncología