El riesgo de tener cáncer de 0 a 100, pero nunca es 0 y nunca es 100. Siempre se mueve entremedio. Las campañas sobre el estilo de vida saludable y el miedo de tener cáncer hacen que muchas personas se esfuercen para reducir este riesgo al mínimo. Pero hay un punto en que esta probabilidad no se reducirá por más que perfeccionemos el estilo de vida. ¿Como podemos manejar el riesgo de tener cáncer?
Perfeccionar el estilo de vida para eliminar el riesgo de tener cáncer
Uno de los artículos más leídos del blog de Psicología en Cáncer es el de Cancerofobia. Habla del miedo de tener cáncer, a veces en forma de obsesión (búsqueda de información, comprobación constante de síntomas y consultas a varios médicos), y a veces en forma de evitación (negativa a ir al médico por temor a recibir una mala noticia). Algunos lectores me escriben diciendo «Ya no sé qué otros cambios hacer en mi estilo de vida para perder el miedo a tener cáncer«.
Lo que entiendo es que quieren perfeccionar el estilo de vida para lograr reducir a cero el riesgo de tener cáncer. Pero es importante tener en cuenta dos cosas: La primera, que así no eliminarán la ansiedad. La segunda, que el riesgo de tener cáncer no se puede reducir del todo.
Aunque se ha popularizado -y eso es bueno- la información sobre los principales factores de riesgo del cáncer (lo que constituye el llamado estilo de vida saludable), llevarlo al extremo deja de tener beneficios en la salud. Es decir, cuando hemos reducido el riesgo de tener cáncer hasta donde podíamos, ya no ganamos nada al seguir extremando la prevención. Incluso podemos empezar a perder calidad de vida.
Lo que no podemos evitar: los marcadores de riesgo
Habitualmente llamamos factor de riesgo a todo lo que hace aumentar la probabilidad de tener una enfermedad. Pero algunos de esos elementos son inmodificables: No podemos hacer nada para evitarlos. En el caso del cáncer son, por ejemplo, la edad, la dotación genética o algunas enfermedades como la diabetes. Estos elementos inmodificables son los que técnicamente se llaman marcadores de riesgo. El resto (esos sí, factores de riesgo en sentido estricto) se pueden revertir: la obesidad, el exceso de colesterol, el sedentarismo, etc).
Por lo tanto aquí ya tenemos una limitación: El riesgo de tener cáncer aumenta con la edad, sobre todo a partir de los 50 años. Llevar una vida radicalmente sana reduce el riesgo asociado al estilo de vida, pero NO el riesgo asociado a la edad. Aunque la probabilidad sea relativamente baja, no deja de existir. Que nadie se asuste: La mayoría de personas nunca tendrán cáncer. Pero una parte del riesgo no se puede eliminar por completo.
Hasta dónde es útil intentar reducir el riesgo de tener cáncer
No quisiera repetirme sobre las conductas de salud que ayudan a prevenir el riesgo de tener cáncer: ya están escritas en este artículo. Pero sí quiero poner ejemplos concretos de cuando el perfeccionamiento del estilo de vida deja de ser útil.
No fumar
Este es el único caso en que está muy claro que el tabaco, en cualquier cantidad, es causante directo de cáncer. No ocurre como con otras cosas que «con moderación no pasa nada».
El tabaco es el único producto del mercado que, incluso con moderación, es perjudicial para la salud del fumador y de quienes están alrededor suyo.
Por tanto, en este caso, sí. No fumar nada, nunca, reduce notablemente el riesgo de tener cáncer. Ninguna cantidad de tabaco se puede considerar «poco perjudicial». Aunque sea mínima.
No beber alcohol
Aquí hay cierta controversia. Hasta hace poco los estudios decían que, con respecto al cáncer, el alcohol sólo era un factor de riesgo si se bebía de manera abundante. Que consumido con moderación no era peligroso. Pero últimamente han empezado a aparecer estudios que dicen que, incluso con una cantidad mínima de alcohol, el riesgo de tener cáncer aumenta moderadamente. Por ejemplo, esta revisión publicada en la prestigiosa revista The Lancet [el enlace lleva al artículo, en inglés], que lo deja bastante claro: «El nivel de consumo de alcohol que minimiza el perjuicio sobre la salud es cero«.
Ahora bien, los estudios que dicen eso son pocos y recientes. Todavía predominan los que apuntan a que una cantidad mínima no provoca un riesgo significativo e, incluso, podría tener algún beneficio específico, por ejemplo, sobre la salud cardiovascular. Por lo tanto, se necesitan más estudios. Se mantiene la reserva de no consumir nada de alcohol en supuestos como: tener una enfermedad hepática o renal, estar en proceso de recuperación de una dependencia del alcohol, estar en tratamiento con ansiolíticos o barbitúricos o estar embarazada.
Mantener una dieta equilibrada
Por decirlo de alguna manera, en este campo hay mayor amplitud en la decisión. Consideramos una dieta equilibrada la que es variada, que incorpora todos los nutrientes (proteínas, carbohidratos, grasas, fibra, vitaminas y minerales) en las proporciones adecuadas según las necesidades de cada persona. En relación a prevenir el cáncer se aconseja que en la dieta haya poca carne (sobre todo poca carne procesada) y mucha fruta y verdura, que son fuente de vitaminas y de fibra. El consumo excesivo de grasas se asocia, sobre todo, al cáncer de colon, al cáncer de mama y al cáncer de próstata. Precisamente los tres tipos de cáncer más frecuentes.
Pero … ¿eliminar la grasa de la dieta es la solución? No. Necesitamos las grasas porque proporcionan energía a nuestro cuerpo y facilitan el transporte de algunas vitaminas. También las necesitamos para la producción de algunas hormonas, como las sexuales. Consumir comida rápida de vez en cuando no hace aumentar significativamente el riesgo de tener cáncer. Lo podemos decir así: Mantener durante años una dieta perfecta y de manual supone un esfuerzo tan intenso que no compensa el pequeño riesgo de darnos el gusto, de vez en cuando, de comer algo que consideramos poco sano.
Hacer ejercicio físico
No es sólo que el ejercicio físico tenga una lista interminable de beneficios: Es que NO tiene ningun efecto perjudicial. Y todo el mundo, sin excepción, lo puede practicar si lo adapta a sus condiciones. Pero algunas personas que contactan conmigo me cuentan que dedican varias horas al día a hacer deporte para evitar el cáncer. No porque sean deportistas de alto nivel, sino para evitar la enfermedad. Y han superado, con mucho, la cantidad de ejercicio físico que les permite reducir el riesgo de tener cáncer.
De nuevo, el ejercicio físico excesivo no reduce el riesgo oncológico más de lo que lo hace el ejercicio razonable (que, evidentemente, puede ser intenso) e, incluso, «saltarnos» la práctica de vez en cuando también tiene aspectos saludables en forma de descanso.
En definitiva, podemos permitirnos desviarnos un poco del estilo de vida marcado en varios hábitos sin que el riesgo de tener cáncer aumente de manera preocupante. Mantener estos hábitos de manera estricta suele acabar provocando fatiga y efecto rebote: abandonamos el estilo de vida saludable porque nos cuesta asumir el esfuerzo de mantenerlo a ese nivel. Recordando, como ya hemos dicho, que el estilo de vida «perfecto» no es garantía de quedar libres del cáncer.
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