El miedo es una de las reacciones más frecuentes cuando nos diagnostican cáncer, durante el tratamiento, y también después. Reaccionar al cáncer con miedo es normal por las consecuencias que anticipamos, y eliminar del todo este miedo no parece un objetivo asequible. Pero sí podemos hacer que la ansiedad sea menor y nos afecte menos la calidad de vida.
Reaccionar al cáncer con miedo
Los psicooncólogos siempre decimos que reaccionar al cáncer con miedo es normal. Y esto quiere decir dos cosas:
- Que el miedo es una de las vivencias más frecuentes cuando se tiene esta enfermedad.
- Que intentar eliminarla con frases como «Venga, que no será nada» o «Estate tranquilo/a, que sino tu hijo se asustará» no funciona. Aceptar que es normal reaccionar al cáncer con miedo significa permitirnos experimentar este miedo, hablar de él y aceptarlo. Luchar encarnizadamente provoca un gran desgaste. Pero se puede reducir su impacto en la calidad de vida.
¿Qué es lo que da más miedo a las personas con cáncer? No hay una respuesta única, porque la enfermedad se vive siempre de manera muy personal. Pero la mayoría de personas con cáncer que tienen hijos pequeños, están más preocupadas por los hijos que por ellas mismas. Y es comprensible. Los hijos nos necesitan y tenemos miedo de que les pase algo y no estemos a su lado para ayudarles. Tenemos miedo de no verlos crecer.
Pero hay más cosas. La propia palabra «cáncer» asusta. Seguro que hemos conocido personas que lo han tenido y lo han pasado mal. Sabemos que es una enfermedad grave, que provoca muchos cambios y que, a veces, conlleva la muerte. Este es otro aspecto que da mucho miedo a la mayoría de personas. También está el temor de los cambios de imagen por el tratamiento (caída del cabello, etc).
La mayoría de personas con cáncer que tienen hijos pequeños, están más preocupadas por los hijos que por ellas mismas. Y es comprensible.
La diferencia entre el miedo y la ansiedad
El miedo y la ansiedad son dos palabras que a menudo se utilizan como sinónimos, pero no son exactamente lo mismo. La ansiedad es una sensación general, que puede durar mucho, y ante situaciones inespecíficas (reales o anticipadas). No suele ser especialmente intensa. En cambio el miedo es una emoción: es intensa, dura poco y aparece ante estímulos concretos o cuando los anticipamos.
Por ejemplo: Una persona puede reaccionar al cáncer con miedo de diferentes maneras: Si tiene fobia a las agujas, puede tener un miedo intenso en el momento en que le han de extraer sangre para hacer una analítica. Pero fuera de este momento, más bien será en forma de ansiedad cuando recuerda que, varias veces tendrán que pincharla para analíticas, para el tratamiento, etc.
La ansiedad se puede tratar como un trastorno (con o sin medicamentos). En cambio el tratamiento del miedo es diferente porque es más intenso y de corta duración. En este caso se puede aprovechar el tratamiento de la ansiedad para aplicarlo, adaptado, en un momento de miedo.
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Cómo se manifiesta el miedo en diferentes momentos de la enfermedad
Cuando aparecen los síntomas, antes de ir al médico, se puede tener miedo de que estos se deban al cáncer. Hay personas que responden buscando información abundante, con el riesgo de autodiagnosticarse prematuramente por internet. Es importante recordar que la información que encontramos puede no estar contrastada por profesionales, que no sirve para el diagnóstico porque es muy general, y que esta información nos puede generar aún más ansiedad, entrando en un círculo vicioso.
Al recibir el diagnóstico nos asusta la posibilidad de morir y los efectos secundarios del tratamiento. También lo hace, como decíamos, el escenario de cómo quedará la familia. En este momento también puede predominar la reacción de rabia. Es fundamental establecer una buena relación de confianza con el oncólogo y hacerle todas las preguntas que creamos convenientes. Ir acompañados a las visitas es otra manera de reducir la ansiedad.
Durante el tratamiento es cuando el miedo se reduce más, porque tenemos la sensación de estar actuando contra el cáncer. De todas formas los efectos secundarios pueden estar presentes y nos preguntamos si servirán para curar la enfermedad. Participar de la toma de decisiones nos ayuda a tener sensación de control.
Después del tratamiento el miedo se puede volver a intensificar, aunque el sentido común nos dice que deberíamos sentirnos aliviados. Pero si durante el tratamiento hemos estado permanentemente en un entorno médico, en el que sabíamos que nos atenderían si ocurría algo, abandonar este entorno nos puede dar miedo. Sabemos que la enfermedad puede volver y eso nos puede hacer interpretar cualquier pequeña señal (bulto, malestar, etc), como indicio que hemos recaído. Es lo que en Psicología se conoce como Síndrome de la espada de Damocles.
Si, efectivamente, hay recaída, el miedo se vuelve a centrar en los efectos del tratamiento y en la posibilidad de morir. Hay personas que anticipan un escenario de final de la vida. De nuevo nos ayudará estar bien informados. El apoyo social (familiar y de los amigos) también es de vital importancia. Conviene asegurar el confort y buscar pequeños espacios diarios de bienestar.
¿Podemos vivir con cáncer y sin miedo?
Que reaccionar al cáncer con miedo sea normal no quiere decir que nos tengamos que quedar de brazos cruzados. Hay puntos intermedios entre no hacer nada y luchar encarnizadamente contra el miedo. Hay que tener claro que, probablemente, no lo haremos desaparecer (y ponernos este objetivo nos puede llevar a frustrarnos). Es más asequible buscar maneras de hacerlo menos intenso y aprender a convivir con él. ¿Cómo?
- Participando, tanto como podamos, de la toma de decisiones. La sensación de control hace que el futuro sea más previsible.
- Pedir ayuda a las personas de alrededor. Tener en cuenta que las necesidades pueden cambiar de un día para otro. Si es necesario también podemos pedir ayuda a los profesionales.
- Si el médico nos receta algun medicamento contra la ansiedad, tomarlo. Consultarlo siempre antes de empezar a hacerlo y antes de dejarlo.
- Aceptar una ansiedad entre ligera y moderada, que nos ayudará a estar pendientes de lo que ocurre y a buscar soluciones a los problemas de cada día.
- Consultar a un psicólogo si vemos que entramos en un ciclo por el que evitamos lo que nos asusta y esta evitación nos tranquiliza, pero hace que tengamos todavía más dificultades para enfrentarnos a ello las veces siguientes.
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