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La Psicología Positiva es el estudio de las fortalezas y virtudes humanas, que permiten adoptar una perspectiva más abierta respecto del potencial humano y sus motivaciones y capacidades. Aplicar la psicología positiva al cáncer, cuando es razonable y se hace seriamente, ayuda a aprovechar las oportunidades y a mirar los problemas de manera diferente.

Psicología Positiva en cáncer - Psicología en Cáncer
Borko Manigoda – Pixabay

¿Es que hay una psicología negativa?

Una de las críticas que se hacen a la Psicología como ciencia de la salud es que está excesivamente centrada en la psicopatología. Com si a cada persona se le pudiera encontrar un trastorno mental. Sabemos que la mayoría de personas no tienen ningun trastorno que se pueda diagnosticar, pero esta imagen tan negativa de la psicología ha llevado a desarrollar otras ramas. Una de ellas es la psicología positiva.

Se trata de una herramienta útil para las personas que no tienen ningun problema, ni ninguna causa por la que se les podría aconsejar que fueran al psicólogo. Personas que, simplemente, quieren descubrir potencialidades que tienen escondidas y que les pueden ayudar a mejorar algunos aspectos de su vida o de sus relaciones. La psicología positiva también puede hacer aportaciones interesantes en el cáncer. En todas las fases de la enfermedad, desde el diagnóstico hasta el final de vida, si se produce.

La psicología positiva mal entendida y mal aplicada

La Psicología Positiva ha sido duramente criticada por atribuir omnipotencia a las personas: por difundir mensajes del tipo «todo lo que quieras hacer, lo puedes hacer» o «todo es posible«. Pero aquí hay que distinguir entre dos cosas: Por un lado, el estudio científico de las potencialidades de las personas y como aplicarlas para aumentar el bienestar, incluso en momentos de crisis; por el otro, las creencias irreales de que un pensamiento positivo provoca, miraculosamente, una vida plena y feliz.

En otras palabras: si somos serios en lo que decimos y en cómo lo decimos, la psicología positiva es un campo de estudio y aplicación que puede ayudar -y, de hecho, ha ayudado- a muchas personas.

Esta distinción es importante, sobre todo de cara al tratamiento con personas con cáncer. Es importante evitar la «tiranía del pensamiento positivo«, por la que se exige a las personas que sufren que sean felices: «Tienes que ser positiva para curarte«, o «sonría para que los demás no noten que estás enfermo«. ¿Verdad que queda claro por qué se la llama «tiranía»?

Las personas con cáncer, sufren. Y decirles, simplemente «no sufras» o «no te preocupes«, tiene dos problemas. El primero es que no funciona. Nadie deja de preocuparse sólo porque se lo han recomendado. El segundo es que parece que se quiera quitar importancia a su sufrimiento, como si fuera exagerado estar preocupado porque tienes cáncer. Estas son, pues, aplicaciones inadecuadas de la psicología positiva. O, mejor dicho, ni siquiera es psicología positiva.

El papel de la psicología positiva en el cáncer

La psicología positiva en el cáncer
Shameer Pk – Pixabay

Más allá de estos modelos que proponen que todo el mundo tiene la obligación de ser feliz, los profesionales podemos aplicar la psicología positiva para ayudar a una persona con cáncer a descubrir aspectos de ella misma que no conocía. Porque un cáncer supone una crisis vital. Un momento de detenerse y pensar. Estos son algunos ejemplos que he visto a lo largo de mi trayectoria:

  • Una señora con cáncer de mama que descubrió que era más independiente de lo que pensaba. Decidió divorciarse de su marido porque estaba harta de ser su criada (tal como dijo textualmente).
  • Un señor con càncer de colon dedicó las últimas semanas de su vida a llenar una libreta con chistes para sus nietas. En algunos de esos chistes bromeaba sobre su propia muerte. Quería que le recordaran con una sonrisa.
  • Otro hombre con cáncer de páncreas quiso reconciliarse con su hermano, con el que llevaba 30 años sin hablarse después de una pelea familiar.

Y todo eso, ¿cómo lo hacemos? Primero hay que dejar un tiempo para digerir la noticia del diagnóstico. El paciente tiene que aprender a transitar por esta etapa, los cambios que conlleva y la alteración de todos los aspectos de su vida. Luego trabajamos para mantener la calidad de vida: controlar los síntomas (sobre todo el dolor) es fundamental para hacer cualquier cosa. Entonces repasamos la trayectoria vital hasta el momento, buscamos carencias y «asuntos pendientes» e intentamos llevarlos a cabo de manera realista. Por eso hay que explorar aspectos de la personalidad, recursos, puntos fuertes y puntos débiles.

Hay que decir que no todo el mundo se puede beneficiar de estas estrategias. Hay personas que no consiguen obtener nada positivo de su experiencia con la enfermedad oncológica. Incluso diría que es un derecho, eso de no buscarle nada positivo. Es algo normal, y estos pacientes también merecen toda la atención para que, a lo largo de su enfermedad y tratamiento, puedan estar acompañados y tener lo que necesitan.


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