Cada vez se insiste más en la importancia de las medidas para protegerse del sol. El aumento de la concienciación responde a la preocupación según la cual haber tenido quemaduras solares durante la infancia y la adolescencia, aumenta el riesgo de tener un melanoma en la edad adulta. Pero las campañas de prevención del melanoma topan con la moda del bronceado.
Qué son los rayos ultravioleta
Los rayos ultravioleta son los responsables de las quemaduras que sufre nuestra piel cuando nos exponemos al sol sin protección. También provocan las mutaciones en el ADN de las células que pueden acabar desembocando en un cáncer.
Este gráfico dibuja el espectro electromagnético completo y demuestra como la parte de la luz que vemos con los ojos sólo corresponde a una pequeña franja: la que se sitúa entre los rayos ultravioleta (UVA) y los infrarrojos (IR).
Por lo tanto los rayos ultravioleta, aunque no se ven, existen. Y tienen más fuerza durante los meses próximos al solsticio de verano (21 de Junio en el hemisferio norte y 21 de Diciembre en el hemisferio sur). Pero fuera de esta época mantienen sus riesgos. Ya sea por su uso en las cabinas de bronceado o porque algunas actividades de invierno, como el esquí, se practican en la montaña -donde los rayos del sol llegan con una capa de atmósfera más delgada, comparada con el nivel del mar- , y porque la nieve refleja los rayos solares.
El bronceado
Es importante destacar que broncearse no es del todo incompatible con protegerse del sol. El bronceado (ponerse moreno/a) es un mecanismo de defensa de la piel, que incrementa la secreción de melanina. La melanina es un pigmento con función foto-protectora que absorbe la radiación ultravioleta. Está presente en muchas partes del cuerpo, y en mayor proporción en algunos grupos étnicos.
Algunas de las cremas o sprays protectores incorporan un bronceador, en respuesta a la cultura de estar moreno/a. Es decir, son una herramienta para permitir la exposición al sol en condiciones de mayor seguridad. Estos productos se clasifican según su factor de protección.
El factor de protección es el número de veces que aumenta el tiempo en que podemos estar expuestos al sol antes de quemarnos. Por ejemplo, una crema de factor 30 hace que el tiempo que una persona puede pasar bajo el sol antes de quemarse se multiplique por 30. Así una persona que, sin protección, se quemaría en 10 minutos, con una crema o spray de factor 30 tardaría 300 minutos (5 horas) a quemarse.
Esto no quiere decir que nos podamos exponer «tranquilamente» porque estamos protegidos. El sol tiene otros riesgos que no podemos olvidar. El factor de protección es una referencia sobre el tiempo de exposición, pero añadir otras medidas para protegerse del sol, como haremos a continuación, también es importante. Es nuestra responsabilidad encontrar un equilibrio entre la voluntad de broncearnos (sabiendo que representa un estrés para la piel) y la protección.
La importancia de protegerse del sol
Los daños en la piel causados por la radiación ultravioleta se acumulan a lo largo de la vida. En cierto modo podemos decir que la piel tiene memoria, y que una persona que se quemó cuando era adolescente, puede desarrollar un melanoma en la edad adulta.
Dos países especialmente vulnerables al melanoma son Australia y Nueva Zelanda: Su gran exposición al Sol y la proximidad al agujero de la capa de ozono, combinado con el hecho de que la mayoría de sus habitantes son descendientes de familias de origen británico (con la piel muy blanca) ha contribuido a hacer del cáncer de piel un problema casi endémico. En nuestro país su incidencia -aparición de nuevos casos- aumenta cada año.
Aunque el cáncer de piel de tipo melanoma, en general, presenta una mortalidad moderada (el 25% en hombres y el 16% en mujeres), es para tomárselo en serio. Puede ser difícil de detectar si aparece en alguna parte del cuerpo poco visible, y no suele ser de tamaño muy grande: por eso engaña con respecto a su potencial de crecimiento. Si llega a un estadio muy avanzado su pronóstico es poco favorable. Por lo tanto, como ocurre con otras enfermedades oncológicas, lo mejor que se puede hacer es prevenirlo.
¿Cómo prevenimos el melanoma?
Hay una serie de medidas que podemos tomar para reducir el riesgo de tener un cáncer de piel, aunque no lo reduciremos nunca del todo:
- Evitar la exposición al sol durante las horas de máxima radiación: de 12h a 16h. Coincide con las horas en que el calor también es más intenso.
- Utilizar protector solar, de un factor más alto cuanto más blanca sea la piel. Protegerse del sol también es recomendable cuando hay nubes: la radiación ultravioleta puede llegar igualmente.
- Aunque estemos bronceados, seguimos utilizando protector. Ni siquiera las personas de piel negra están totalmente protegidas ante el melanoma (aunque su riesgo es mucho más bajo).
- Tener especial cuidado con los niños y niñas más pequeños: su piel es más vulnerable.
- Refrescar la piel a menudo, al agua o en la ducha. También es importante hidratarse bebiendo agua.
- Utilizar una loción para después del sol, que enfríe e hidrate la piel.
- Evitar el uso de cabinas de bronceado: a pesar de las medidas de seguridad y la profesionalidad de las personas que trabajan con ellas, no están exentas de riesgos. Algunas personas han decidido mostrar a los demás las consecuencias del uso de estas cabinas exponiendo fotos de sus propias lesiones cutáneas.
El melanoma puede agravarse si se detecta tarde, ya que tiene mucha facilidad para hacer metástasis. Por eso es importante la detección precoz. Se recomienda tener controladas las manchas en la piel y los lunares, y acudir al médico si notamos que cambian de color, forma o tamaño.
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