El objetivo de curar el cáncer está en boca de todo el mundo. Al ser una enfermedad que afecta a tanta gente y con las graves consecuencias que tiene, se destinan muchos esfuerzos a tal fin. Pero este es un objetivo con bastantes limitaciones, y no debemos permitir que esto nos desvíe de metas más realistas: prevenirlo en tantos casos como sea posible y convertirlo en una enfermedad crónica.
El problema del concepto «curar el cáncer»
Una pregunta que nos hacen a menudo a los profesionales de la salud que trabajamos en el campo de la oncología es ¿por qué cuesta tanto curar el cáncer?. El problema es que en la propia pregunta hay un error de concepto: el cáncer no es una enfermedad. Son más de 200, y cada necesita una curación diferente. Por eso no se ha encontrado (y no se cree que se pueda encontrar) ningun remedio que cure todos los tipos de cáncer.
Actualmente la cura del cáncer es un concepto estadístico: más que curar la enfermedad hablamos de curar a las personas. Concretamente un porcentaje de personas que tienen un tipo de cáncer determinado se curarán y, las otras, no. Por ejemplo: las mujeres con cáncer de mama diagnosticadas en Estadio 1 (inicial) tienen una probabilidad de curarse del 85% en nuestro país. Esto significa que el 15% restante no sobrevivirán a la enfermedad. A partir de aquí ya habría que ir a buscar el porcentaje para cada tipo de cáncer de mama en particular.
Por todo ello cuando vemos un mensaje al correo electrónico en forma de cadena, o un sitio web donde dice que se ha descubierto una producto que cura el cáncer, no sólo no es cierto, sino que, además, demuestra que quien lo ha publicado no tiene muchos conocimientos de oncología.
Por qué es tan difícil curar el cáncer
Sin duda el cáncer es una excepción en la vida de una persona. No todo el mundo lo tendrá y, quien lo tiene, sólo lo tiene durante un intervalo de tiempo. Pero en general el cáncer va ligado a la vida. Mientras haya vida, habrá cáncer.
Todas las características de nuestro cuerpo (el color del pelo, la altura, el lugar donde deben ir las uñas, etc) están escritas en nuestro ADN. El ADN viene a ser como el manual de instrucciones del cuerpo. Se encuentra en el interior de cada una de nuestras células. Pero las células tienen un ciclo de vida y mueren. Y para preservar este manual de instrucciones, deben reproducirse. Cada vez que una célula se reproduce hace una fotocopia de ella misma.
A lo largo de los años estas copias empiezan a acumular errores (del mismo modo que si hacemos una fotocopia de una fotocopia que ya era una fotocopia, cada vez se ve peor). Estos errores son las mutaciones genéticas. Y cuando un gen sufre una mutación (alteración) pueden pasar dos cosas:
- Que la propia célula detecte el error y «se suicide», o la detecte el sistema inmunitario y destruya esta célula.
- Que el error escape al control y se transmita en su célula sucesora cuando ésta se reproduzca.
A medida que los errores se acumulan pueden comenzar a afectar partes específicas de la célula, como la que decide el ritmo de división o la que hace que muera cuando es necesario. En el momento en que una célula se empieza a dividir más deprisa de la cuenta y, además, no muere cuando toca, se convierte tumoral.
Pero las células son microscópicas y, inicialmente, no dan síntomas de estar adulteradas. Por eso cuando la persona sabe que tiene un tumor o un cáncer, ya hace tiempo que las células afectadas se están dividiendo sin avisar. Cuanto antes se detecte, más pequeño es el número de células afectadas: por ello detectar un tumor en sus primeros estadios hace que sea más fácil curarlo.
Cuáles son los objetivos más realistas
Cuando hablamos de objetivos realistas no quiere decir que curar todos los tipos de cáncer de manera total y definitiva sea imposible. Quiere decir que, hoy por hoy, hay ciertas metas más asequibles y justifican más los esfuerzos de la investigación. Los dos objetivos realistas más importantes en materia de cáncer son estos:
- Potenciar la prevención: Sabiendo que la mayoría de casos de cáncer se deben a prácticas relacionadas con el estilo de vida (fumar, beber alcohol, determinados hábitos dietéticos, etc) podemos esforzarnos para que este estilo de vida sea cada vez más saludable. A todos los niveles: en la escuela, en casa, en el médico de familia… No podemos eliminar por completo el riesgo de tener cáncer, pero sí que lo podemos reducir.
- Hacer que se convierta en una enfermedad crónica pero que ya no sea causa de muerte. Aquí tienen mucho que ver los tratamientos innovadores (como la inmunoterapia) o los convencionales -cirugía, quimioterapia y radioterapia- que cada vez son más eficaces. También se atribuye un gran futuro en la medicina personalizada, aquella en la que se diseña un tratamiento específico para cada paciente a partir de las características «individuales» que muestra su tumor.
De este modo, aunque a veces no se pueda evitar ser diagnosticado de la enfermedad, al menos se podrá hacer que no sea tan grave.
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