La esperanza de curarse es uno de los sentimientos que más aparecen en muchas personas que tienen cáncer, una vez han superado el impacto del diagnóstico y han empezado el tratamiento. Aunque parezca extraño, esta esperanza no sustituye la desesperanza propia del proceso, sino que se añade a ella. De hecho es habitual que se mezclen sentimientos y emociones que de entrada parecen contradictorios.
La esperanza, en una definición a grandes rasgos, es la percepción de que las cosas irán bien en el futuro en relación a un aspecto determinado, independientemente de como vayan en el presente. Pero la esperanza es un arma de doble filo: puede hacer bien o hacer mal según como y cuando se aplique.
Esperanza de curarse
No hay ninguna prueba de que la esperanza cure el cáncer. Es una de las cosas que conviene dejar claras para deshacer el falso mito de que «las personas con una actitud positiva ante el cáncer se curan«. Ojalá fuera tan fácil, pero no funciona así. Sí que es cierto que las personas que mantienen una actitud positiva es más fácil que sigan estrictamente el tratamiento médico, con las pautas que recibido de los profesionales sanitarios, y esto sí que puede hacer que se curen. Pero la esperanza es un apoyo, y no un tratamiento.
Actualmente ya podemos decir que la mayoría de personas que tienen cáncer se curan (el 50-55%), con grandes cifras en las manos y teniendo en cuenta que depende del tipo de cáncer que sea, del momento en que se haya detectado, de las características de la persona y de la eficacia que tenga el tratamiento en aquél paciente, entre otros factores. Cuando se ve claramente que el tumor tiene un buen pronóstico, la esperanza ayuda a soportar la dureza de la terapia y facilita la expresión de las emociones y los pensamientos.
Pero otras veces el cáncer provoca la muerte de la persona que lo tiene. En estas ocasiones, negarlo no ayuda (o, al menos, no ayuda más allá de unos primeros momentos en que la esperanza da un cierto margen de tiempo para encajar la noticia). Mantener la esperanza cuando toda la información disponible dice que la vida se acaba tiene una consecuencia negativa importante: impide hacer el trabajo de preparación de los últimos días de la vida y de la muerte.
Este es un trabajo que pasa por el respaso vital, la búsqueda de un sentido a todo lo que se ha hecho, y la decisión de cómo se quiere que sean los últimos momentos y las ceremonias de despedida. Para poder hacer este trabajo está claro que primero hay que haber aceptado que la muerte está cerca. Es comprensible que la familia quiera evitar el sufrimiento de la persona enferma, haciéndole creer que todo irá bien: no hay ninguna mala intención en este acto de amor, pero sin quererlo se le esté restando una oportunidad.
En estos momentos la esperanza de seguir viviendo es más útil si se sustituye por una esperanza de estar acompañado/a, sin dolor, y de poder aprovechar el final de la vida para hacer algunas cosas que se quieran hacer. Eso también hace que el momento de la muerte sea algo menos difícil, si lo comparamos con el descubrimiento de que las esperanzas que teníamos de vivir no se van a cumplir.
Recuerdo un señor al que ayudé hace unos años, después de que se le diagnosticara un cáncer tan avanzado que desde su hallazgo sólo le dieron 4 días de vida. Es una situación extrema y, afortunadamente, muy poco habitual. Su familia decidió no decíerselo. Su hija era pequeña y estaba de campamentos, y el hecho de que el paciente no lo supiera le impidió despedirse de ella y del resto de su familia, aunque también es cierto que con un intervalo tan corto es muy difícil poder hacer el trabajo de preparación de la muerte, porque primero es necesario haber aceptado que la muerte está próxima y para esto se pueden tardar días o semanas.
Tuvimos un intenso debate con otros psicooncólogos del departamento, y he de confesar que, a día de hoy, todavía no estoy seguro de si tomamos la decisión correcta: ahorrarle la información por deseo expreso de su familia. La experiencia demuestra que estas informaciones, tan difíciles de digerir, sólo deben darse cuando sean útiles, deseadas y seguras. Y en este caso no habría resultado demasiado útil, por lo que he explicado.
La conclusión es que la esperanza es una buena herramienta si se utiliza cuando hay motivos. Pero si se usa para ahorrar el sufrimiento de una persona a la que todo indica que la queda poco tiempo de vida, se convierte en una herramienta inadecuada.
Hola. Tengo una amiga que le diagnosticaron cáncer de estómago y pulmones y quisiera saber que puedo leer para poder acompañarla en este momento. ???
Hola Daniel, gracias por tu comentario. Como cada persona con cáncer tiene sus necesidades, lo que puedas leer para ayudarla dependerá de lo que más necesite en este momento. Por eso te invito a buscar en este blog, donde hay cerca de 200 artículos y páginas de información. Para empezar, hice un artículo llamado «Mi amigo tiene cáncer: ¿Cómo le ayudo?«, que puede ser un punto de partida.
Buenas tardes, estoy leyendo sus artículos y necesito decirle que mi esposa está pasando por una situación muy dificil, porque hace tres meses le detectaron dos tumores en la dos mamas. Uno de diez centímetros y otro de cuatro. Está muy desesperada. Por favor podéis ayudarnos.
Gracias.
Buenos días Fernando. Gracias por su mensaje. Dada la urgencia y la necesidad de tratar esta situación de forma privada, le he enviado un email para establecer un contacto de forma más personal. Estoy a su disposición para ayudarles en todo lo que necesiten.