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Despedir a un familiar - Psicología en Cáncer
Johana Peña – Pixabay

Hace un par de semanas estuve en una funeraria para despedir a un familiar. Hablando con los allegados más próximos de la persona que había fallecido, con los que estuve un buen rato, me dijeron «tenemos que irnos de aquí a las nueve, porque cierran«.

Me quedé muy sorprendido, y recordé otra vez que estuve allí mismo, unos años atrás -esta vez, por una familiar mía próxima- en que la funeraria parecía «conducir» a la familia en el acompañamiento al fallecido: como si hubieran olvidado que es la familia, y no la funeraria, la que está despidiendo a un ser querido.

No se puede desligar esto de la tendencia que vive nuestra sociedad a acelerar cada vez más los procesos de duelo en el ritual de despedir a un familiar. Entre la muerte y el entierro no suelen pasar más de 48 horas, y los acontecimientos vienen marcados como en un guión.

Las personas más mayores recordarán como se hacían estas veladas hace años, especialmente en los pueblos: alargar este proceso daba la oportunidad a los familiares, amigos y vecinos de despedirse sin prisas. Aun así hay que reconocer que se trataba de rituales muy rígidos, marcados por exigencias sociales y alimentados por mitos difíciles de romper.

Los niños participaban de este ritual con toda normalidad, en lugar de verse -como ahora- apartados del proceso «para que no sufran«. Con esto, les pueden quedar muchas preguntas sin responder, y pueden construir un mito alrededor del fenómeno de la muerte que se aleje mucho de la realidad. Con los años pueden darse cuenta de que les habría gustado hacerlo de otra manera. En este sentido, existen libros dirigidos a los niños para ayudarles a transitar por el duelo.

Qué ha cambiado en la forma de despedir a un familiar

Ahora, mientras dura la estancia en el velatorio los familiares del fallecido deciden pocas cosas: féretro, flores, recordatorio, tipo de ceremonia… La empresa de servicios fúnebres impone sus normas y sus tiempos (incluyendo cuando tiene que hacerse el entierro o incineración), y las personas que tienen allí a un familiar o amigo al que no volverán a ver tienen que aceptar sin discusión.

Posteriormente se les llamará a recuperar la vida normal lo antes posible: volver al trabajo o a las ocupaciones diarias, y si «esto» se alarga, siempre estamos a tiempo de recetar algun ansiolítico o antidepresivo. Pero el problema de «medicalizar» el duelo es que lo aleja de su objetivo natural. El duelo sirve para asumir que aquella persona ya no está, y que es momento de establecer los recuerdos de él o ella que perdurarán y de aprender a seguir viviendo con su ausencia.

Necesitamos poder despedir a un familiar sin cumplir órdenes del tanatorio
Giani Pralea – Pixabay

El dolor y la tristeza son aspectos necesarios tras despedir a un familiar querido (incluso antes, si se puede anticipar que se encuentra en sus últimos días). Pasar por esto no es fácil – y, a veces, explicarlo desde una perspectiva profesional tampoco-, pero este dolor se cura viviéndolo y sintiéndolo. Es un proceso que tiene altibajos y momentos en los que tenemos la sensación de retroceder en lo que ya habíamos conseguido. Pero medicalizar para no sufrir es como poner una manta encima del dolor: lo disimulamos, pero no lo eliminamos. Sigue allí, y puede salir en cualquier momento. Y probablemente salga de forma problemática.

De ahí que sea tan importante que las personas podamos decidir cómo queremos despedirnos de los familiares y amigos. Y vivir el duelo de la forma que consideremos mejor, o como nos salga de dentro hacerlo. El duelo también es algo muy personal.

Los seres queridos sólo mueren una vez, con lo que sólo tenemos una oportunidad para despedirles, y de hacerlo bien. O al menos, hacerlo como al cabo del tiempo nos gustaría recordar que lo hicimos.

  • ¿Por qué no podemos pasar la noche con él/ella en el velatorio? Ésta puede ser la única oportunidad de estar a solas con él. Y hablarle. Aunque no estemos seguros de si nos escucha. Es lo que ocurre en la obra de Miguel Delibes «Cinco horas con Mario«
  • ¿Por qué no podemos tocarle por última vez antes del entierro?
  • ¿Por qué no podemos velarle 4 días si queremos hacerlo?

Se trata de llegar a un acuerdo entre los usuarios de servicios fúnebres, las empresas del sector y el legislador, para que en el proceso funerario, más allá del duelo personal, se tenga en cuenta que la vivencia de despedir a un familiar sólo la tendremos una vez.

Es comprensible que no se pueda hacer todo: hay unas normas sanitarias y legales que deben cumplirse (o flexibilizarse). Tener un procedimiento de esta rigidez y obligar a la familia a pasar por él, como si se exigiera a los clientes que despidan a su difunto del modo en que la funeraria le conviene, convierte a esta família en espectadora de la despedida de su ser querido, cuando en realidad debería ser la protagonista.

El Diari Ara realizó una entrevista a Caitlin Doughty, fundadora de el orden de la Buena Muerte y escritora del libro «Hasta las cenizas. Lecciones que aprendí en el crematorio«. En él se cuestiona el negocio tradicional de la industria funeraria y su tendencia a controlar todos los aspectos de la despedida de los seres queridos. Podéis leerla aquí.

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