Cuando a una persona se le suma el cáncer al tratamiento, su organismo puede tener un gran desgaste. Por eso es importante cuidar la alimentación. Aunque las recomendaciones varían según la persona, la enfermedad que tiene y su tratamiento, hay algunas pautas generales de alimentación durante el tratamiento del cáncer, que repasamos en este artículo.
El objectivo general de la alimentación durante el tratamiento del cáncer
Es cierto que cada persona con cáncer tiene unas necesidades nutricionales diferentes. Estas dependen de su condición física, de su enfermedad oncológica particular y del tratamiento que está siguiendo. Pero hay algunas pautas generales que pueden seguir los/las pacientes en la alimentación durante el tratamiento del cáncer.
No sólo comemos para calmar el hambre, sino para cumplir estos propósitos:
- Adecuar los nutrientes y la hidratación a las necesidades individuales.
- Garantizar un buen funcionamiento del organismo y la capacidad de resistir un tratamiento que suele ser largo y duro.
- Mantener el peso adecuado -que se puede ver modificado tanto por la enfermedad como por el tratamiento.
- Contribuir a mantener la calidad de vida y evitar la aparición de otras enfermedades.
Por eso la dieta debe ser variada, saludable y equilibrada. Saludable significa que contribuya al mantenimiento de la salud; equilibrada significa que contenga todos los nutrientes necesarios y en la proporción justa. Los nutrientes son las proteínas, los carbohidratos, la fibra, las grasas, las vitaminas y las sales minerales. Y variada significa que tenga de todo. Si tenemos vómitos, cuanto más variada sea la dieta, más difícil será que asociemos estos vómitos a algunos alimentos en particular.
Las siguientes sólo son unas recomendaciones generales. En ningun caso sustituyen el consejo del médico, que es quien puede adaptar la dieta a cada persona. Sobre todo si hay alergias, intolerancias u otras enfermedades.
Qué alimentos son equilibrados y saludables
Fruta y verdura: La fruta y la verdura son fuentes muy importantes de vitaminas, minerales, agua y fibra. Comer entre 4 y 5 piezas de fruta o verdura repartidas durante el día tiene muchas ventajas: garantiza la variedad de la dieta, permite combinaciones con otros tipos de alimentos, y reduce el consumo de otros productos que quizás no son tan sanos.
Es bueno que la fruta y la verdura sean del tiempo. Consulta aquí el calendario de frutas y verduras de temporada.
En el cáncer de mama conviene preguntar al médico si algunos productos determinados, como la leche de soja o las bayas de goji interfieren negativamente con el tratamiento.
La principal fuente de energía de nuestro cuerpo son los carbohidrats. Los alimentos riesgo en carbohidratos son el pan, las patatas, los cereales y las legumbres (garbanzos, lentejas, alubias, etc). También obtenemos energía de las grasas, pero su consumo debe ser moderado porque dificultan la digestión. Además sacian mucho el apetito y dificultan que incorporemos otros productos necesarios en la alimentación durante el tratamiento del cáncer.
Es importante asegurar la presencia de proteínas, que ayudan a reparar nuestro cuerpo de los efectos del tratamiento (sobre todo la quimioterapia). Encontramos proteínas en la carne: el pollo, el conejo o en las partes de carne de otros animales -como el cordero, la ternera o el cerdo- que tengan poca grasa. Es preferible que sea carne entera, antes que elaborada en forma de hamburguesa o salchicha. También tienen proteínas el pescado, los huevos, los frutos secos, las legumbres y los lácteos. Podemos consultar al médico qué lácteos nos aconseja (enteros, desnatados, curados, sin lactosa, etc), según nuestras preferencias.
Qué hábitos dietéticos se aconsejan
Comer 4 o 5 veces al día: Desayuno, un tentempié a media mañana, comida, merienda y cena. Saltarse una comida puede hacer que tengamos más hambre a la hora de hacer la siguiente y que, por tanto, comemos de manera menos adecuada. Además, comer en pequeñas cantidades hace más fácil la digestión. Si por la mañana no tenemos hambre nos podemos preparar un batido de frutas y verduras variadas, y comer un poco más al cabo de unas horas.
Beber agua: Los vómitos, la diarrea, etc, pueden provocar deshidratación. Beber unos dos litros de agua al día ayuda a mantenernos bien hidratados/as sobre todo si hacemos ejercicio físico-. Es bueno beber un vaso de agua al levantarnos. Alternativas al agua son las infusiones, las sopas o los zumos de fruta (si puede ser, naturales). También se pueden consumir bebidas isotónicas, como las que toman los deportistas. Estas bebidas incorporan sales minerales en la proporción en deberían estar en nuestro cuerpo de manera natural. En cualquier caso, tratemos de beber poca agua durante las comidas, para no llenarnos antes de tiempo.
Limitar el consumo de alcohol: El alcohol es deshidratante y puede interferir con algunos tratamientos farmacológicos. La mayoría de médicos dicen que tomar una copita de vino o de cava de vez en cuando no supone ningún riesgo. Lo mejor es hablar con él para asegurarlo. Con el café pasa algo parecido.
Para facilitar la digestión se aconseja cocinar de forma sencilla (a la plancha, al horno, al microondas) y con aceite de oliva virgen.
También es una buena idea comer con la familia o con amigos. Esto también ayuda a reducir la sensación de soledad y hace retornar una cierta sensación de normalidad. Además, otras personas pueden encargarse de cocinar si nos encontramos mal o estamos muy cansados/as.
Facilitar una buena alimentación durante el tratamiento del cáncer
Seguir estas recomendaciones no siempre es fácil. Por eso hay algunas cosas que podemos tener en cuenta para ayudarnos a hacerlo más sencillo:
- Mantener unos horarios regulares: No sólo de comida, sino también de dormir y de hacer actividades. El hambre tiende a adaptarse a estos horarios. Además es recomendable tender a comer temprano (por ejemplo, comer a las 13h y cenar a las 20h) en lugar de hacerlo muy tarde.
- Planificar la alimentación con cuadros semanales es una buena manera de asegurar que la dieta será variada, saludable y equilibrada sin tener que recordar permanentemente qué comido y qué nos falta. También se aconseja ir a comprar con una lista hecha y mirar que los alimentos se puedan conservar unos días.
- Y evidentemente, no ser demasiado estrictos en el cumplimiento de esta dieta. De vez en cuando nos podemos dar permiso a nosotros mismos/as -con conocimiento del médico- para salirnos de esta línea si el cuerpo nos lo pide. A veces, esto no sucederá porque lo elijamos, sino porque nos encontramos mal. Es importante aceptar que esto puede suceder y buscar la manera de adaptarse a ello. Según cómo nos encontremos cada día podemos decidir qué hacer.
Pautas dietéticas en situaciones concretas
Náuseas y vómitos: Comer poco a poco, en poca cantidad y masticando bien. Evitar los olores fuertes y los alimentos con muchas grasas. Seleccionar los alimentos que sabemos que toleramos mejor. Beber líquidos fuera de las comidas. Descansar después de haber comido.
Diarrea: Beber muchos líquidos para evitar la deshidratación. Comer poco a poco y en poca cantidad, y alimentos a temperatura ambiente. Cocinar de manera sencilla (a la plancha) y evitar los alimentos con muchas grasas o con mucha fibra. Comer yogures, que ayudan a mantener la flora intestinal.
Estreñimiento: Beber mucha agua -el tránsito intestinal necesita agua-. Seleccionar alimentos con mucha fibra, como frutas y verduras (sobre todo kiwis y ciruelas). Evitar los alimentos que facilitan el estreñimiento, como los plátanos, el arroz blanco, el pan o el vino tinto.
Fatiga: Seleccionar alimentos con vitaminas (frutas y verduras) y, de manera moderada, que lleven calorías.
Falta de apetito (anorexia): Seleccionar los alimentos que nos gustan más. Elegir las horas en que tenemos más hambre. Aumentar la variedad de los alimentos. Hacer un poco de ejercicio físico antes de comer.
Boca seca (xerostomía): Mantener una buena higiene bucal. Beber líquidos abundantemente. Evitar los alimentos secos, como el pan, el queso seco o las galletas.
Úlceras en la boca (llagas): Evitar los alimentos ácidos y el alcohol. Seleccionar alimentos blandos, como tortillas, purés, flanes, etc. Mantener una buena higiene bucal. Beber líquidos frecuentemente, a temperatura ambiente o frescos. Ponerse un cubito en la boca -reduce la sensación de dolor-.
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