«Adrián te vas a curar» es el nombre de una campaña que se lanzó el 10 de Octubre en las redes sociales en solidaridad con un niño que tiene cáncer. Este niño, Adrián, manifestó que quería ser torero. Como respuesta, una activista antitaurina le dijo al chico que se moriría. Y la red se llenó de mensajes de solidaridad hacia Adrián prometiéndole que se curaría. Pero … ¿seguro que es buena idea prometerle a Adrián que se va a curar?
Adrián te vas a curar: ¿Qué ha ocurrido?
El 8 de octubre se hizo en Valencia un festival taurino para recaudar fondos en beneficio de la Fundación Oncohematológica Infantil. Entre los asistentes había Adrián, protagonista de la historia, y paciente de un sarcoma de Ewing. El sarcoma de Ewing es un tumor que afecta a los huesos y los tejidos blandos, sobre todo -pero no exclusivamente- de las extremidades.
Al final de este acto taurino Adrián pudo dar una vuelta al rodeo en hombros de uno de los toreros participantes. El chico había manifestado su deseo de ser torero. De este momento se colgó un vídeo en la red, que provocó reacciones de todo tipo.
Una de estas reacciones -ver imagen a la derecha- fue la de una activista antitaurina que deseó a Adrián que se muriera, y le dijo que, efectivamente, se moriría. Reacción desmedida contra un niño que sólo manifiesta un deseo.
Creo que podemos dejar de lado la cuestión de si se deben permitir, o no, los espectáculos con toros. Nos desviarían del tema central. El tema central, en este caso, es la respuesta «Adrián te curarás»: la reacción de solidaridad hacia el niño y contra la autora de las palabras del deseo de que se muriera. En su perfil de Facebook le dejaron cientos de respuestas con insultos, que provocaron que la autora del mensaje cerrara este perfil.
Para contra-restar el mensaje de ‘»Adrián te vas a morir» se creó en Twitter una campaña con la etiqueta #AdrianTeVasACurar. Participaron muchos usuarios de esta red social, algunos tan influyentes como el presentador de televisión Iker Jiménez. Éste es el tuit que hizo:
Tranquilo Adrián. Tú vas a vencer en tu batalla. No escuches la voz oscura de la miseria humana. Me tienes a tu disposición.
Iker J pic.twitter.com/2NDwW6gA1c— ikerjimenez.com (@navedelmisterio) 10 d’octubre de 2016
Como este ha habido muchos más, prometiendo a Adrián que se curaría.
¿Estamos en condiciones de prometer a Adrián que se va a curar?
No. La supervivencia a 5 años de las personas menores de 15 años diagnosticadas de Sarcoma de Ewing es del 78%. Por lo tanto la probabilidad de curarse es muy alta, pero no del 100%. Ya hemos hablado en un artículo anterior del riesgo de prometer a una persona con cáncer que se curará. Vaya por delante mi deseo total y absoluto que Adrián se cure. Faltaría más.
Es normal que los niños con cáncer pregunten si se morirán. También lo hacen los adultos. A los menores se les explican cuatro cosas que sabemos con certeza: que no podemos descartar que se muera, (pero) que la mayoría de niños con la enfermedad se curan, que se hará todo lo posible para que él también se cure, y que pase lo que pase estará acompañado en todo momento.
A los niños lo que les da más miedo es separarse de los padres. Incluso cuando se plantean la muerte. Es decir, lo que temen más no es el hecho de morir, ni el dolor que puedan tener. Lo que les da más miedo es que la muerte significará que no volverán a ver a sus padres. Por eso saber que siempre estarán acompañados los reconforta, al menos parcialmente.
El deseo de decir «Adrián te vas a curar«, como de prometer a cualquier niño que se curará y que todo irá bien es muy fuerte. También para los profesionales. Cuesta mucho decirle a una persona que posiblemente no se cure. Pero a la larga es más recomendable que prometerle que le quitaremos la enfermedad y que después no sea posible.
La tiranía del pensamiento positivo
La campaña «Adrián te vas a curar» nos vuelve a llevar a las maneras de afrontar el cáncer. ¿Ser positivo aumenta la probabilidad de curarse? Aunque algunos estudios han apuntado que sí, no hay ningún resultado concluyente. De todos modos hay personas que creen que desear algo con mucha fuerza provoca que acabe pasando. Y la cura del cáncer no se escapa.
Es lo que se conoce como la Ley de la atracción. La ley de la atracción dice que todo lo que le sucede a una persona es el resultado de su pensamiento: si piensa en cosas positivas, le pasarán estas cosas positivas, y si piensa en cosas negativas le pasarán estas cosas negativas. Forma parte de la literatura utópica, pero no se cumple en la vida real.
Y el hecho de que no se cumpla puede dar lugar a un sentimiento de culpabilidad. La persona termina pensando «Si no he conseguido eso que me proponía es que no lo deseaba con suficiente fuerza«. A una persona con cáncer, en el extremo, la puede llevar a culpabilizarse por no haberse curado.
Por lo tanto ya no es sólo que basarse en la Ley de la Atracción implique alejarse de la realidad. También es que la culpabilidad es un sentimiento muy negativo y muy limitador, pero que no sirve para nada bueno. Ni siquiera para curarse del cáncer.
La campaña «Adrián te vas a curar» no sólo destaca por el riesgo de prometerle que se curará. También destaca por plantear el tratamiento del cáncer como una batalla. Ya hemos dicho varias veces que esta es una opción muy personal: habrá quien no querrá oír hablar de «guerra» o de «lucha». Y no lo podremos obligar a hacerlo sólo porque nuestro deseo de que se cure con el poder de la mente es más fuerte que su voluntad de manejarlo a su manera.
Cuidado con lo que se dice en las redes
¿Qué conclusiones podemos sacar de la polémica con la iniciativa «Adrián te vas a curar«? La primera ya la hemos dicho: que no le podemos pasar a Adrián el deber de curarse sólo porque tenemos muchas ganas. La segunda, que tengamos cuidado con lo que decimos en las redes sociales.
Se ha hablado mucho de ello. Las redes sociales son muy útiles si se utilizan adecuadamente. Pero la sensación de inmediatez y las ganas de desahogarse ante algún hecho que nos indigna puede llevar a dejar mensajes de los que luego nos arrepentimos. Y aunque los borramos, quedan pruebas. Incluso hay quien ha perdido oportunidades de encontrar trabajo porque, durante un proceso de selección, el entrevistador ha «perseguido» virtualmente el candidato y ha encontrado mensajes comprometedores.
La rabia deja en segundo plano el razonamiento sobre la adecuación de lo que hacemos y decimos. ¿Cuántas veces, durante una reconciliación, ha salido el famoso «ambos hemos dicho cosas que no pensábamos«? Afortunadamente, tiene solución. Cuando estemos enfadados, como la chica que deseó la muerte de Adrián y, tal vez, alguien más que al responder se cebó con esta chica, esperemos un rato antes de escribir nada en las redes sociales. Reflexionemos sobre la utilidad del mensaje.
Se puede manifestar la indignación con contundencia, sin faltar al respeto a nadie y de manera útil: que la denuncia de lo que nos idigna sirva para intentar cambiarlo, en lugar de servir sólo para quedarnos tranquilos.
¿Adrián te vas a curar? ¡Espero que sí, y muy pronto!
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